Por Javier Silva
La enseñanza sobre este reptil, que incluye el reconocimiento de su hábitat, de la biodiversidad regional que lo rodea y de las interacciones entre el hombre y todas las especies del territorio, se imparte a estudiantes de primero a quinto grado (educación básica), con el aval de la Secretaría de Educación del departamento y a través de los proyectos ‘Cátedra para la Paz’ y ‘Educación Ambiental’, liderados por el Ministerio de Educación Nacional.
La charapa es la tortuga de agua dulce más grande que habita en Suramérica. En Colombia, se puede ver en algunos departamentos de la Orinoquia y la Amazonia, así como en los ríos Arauca, Meta y Bita, y en el Caquetá y el Putumayo. En su etapa adulta, es un reptil imponente, que puede llegar a pesar hasta 60 kilos y medir casi 80 centímetros.
A veces, en la temporada de pocas lluvias, ofrece un espectáculo extraordinario, cuando muchos de sus ejemplares, especialmente hembras, suelen agruparse en diferentes playas para tomar el sol, una reunión de no menos de 50 de ellas que se conoce como ‘cambote’.
Pero, a pesar de su trascendencia y relevancia regional, la vida reciente de la charapa no ha sido fácil en esos territorios. Desde hace algunos años, sus poblaciones comenzaron a disminuir por el consumo poco sostenible que los humanos vienen haciendo de su carne y sus huevos, al punto de que hoy está catalogada como En Peligro Crítico de extinción.
Para auxiliarla y tratar de evitar su desaparición, han surgido esfuerzos, privados y públicos, que buscan que las comunidades conozcan la importancia de esta especie para la salud de los ecosistemas, porque, entre otras cosas, dispersa semillas y, a su vez, muchos de sus individuos se transforman en alimento (biomasa) para otros animales.
Uno de los abanderados de esta cruzada por el futuro de la Podocnemis expansa —así llaman científicamente a la tortuga— es el Proyecto Vida Silvestre (PVS). Desde el año 2016, y durante cada temporada seca (diciembre-mayo), el PVS realiza un seguimiento anual a las playas del río Meta donde las hembras depositan sus huevos (desovan), para proteger sus nidos, contarlos y hacer un rastreo detallado de su fase reproductiva.
Adicionalmente, el proyecto acaba de diseñar una serie de contenidos académicos —llamados por los expertos en educación como una secuencia didáctica— dirigidos a estudiantes del Vichada que cursan entre primero y quinto grado (educación básica), a través de los cuales ellos aprenden a reconocer la charapa, a conservarla y a preservar los escenarios donde vive.
Dos horas semanales promedio
Podría decirse, entonces, que los niños asisten a clase de ‘tortuga charapa’. Los que lo hacen, pertenecen a las instituciones Víctor Samuel Andrade, en la inspección de Nueva Antioquia (del municipio La Primavera), al igual que a la sede Escuela Nueva de la Normal Superior Federico Lleras Acosta y al internado La Esmeralda, ambas en Puerto Carreño, capital del Vichada.
En promedio, cada curso o grupo de estudiantes —suman 304 alumnos— recibe dos horas semanales de aprendizaje, que comenzaron a impartirse en julio pasado con el aval de la Secretaría de Educación del departamento.
Las lecciones fueron incluidas en la vida escolar al integrarse con la ‘Cátedra para la Paz’ y los Proyectos Ambientales Escolares (PRAE), ambos orientados desde el Ministerio de Educación Nacional para todos los colegios del país y en los que se incorpora una enseñanza complementaria, seleccionada libremente por los docentes, y que puede hacerse desde diferentes áreas del conocimiento, incluyendo las ciencias naturales. Con ellas se busca promover, según lo justifica la entidad, “propuestas educativas relacionadas al abordaje de inquietudes y necesidades ambientales en cualquier sector de la nación”.
Una cartilla es la columna central
La docencia sobre la charapa está liderada por dos profesionales: el educador Mario Cortés, quien acompaña la implementación de este proyecto desde WCS y para el PVS, y por la pedagoga Carmiña Bohórquez. Ambos trabajan en estrecha colaboración con los profesores de planta de cada una de las instituciones mencionadas.
Carmiña cuenta que el proceso tiene como objetivo fundamental generar entre los niños ideas, sentimientos o valores que los orienten en las relaciones que construyen con ellos mismos, con sus hogares, y con la naturaleza, para que sean capaces de crear acciones orientadas a su protección. Todo ello se sostiene en lo que se ha llamado el ‘Kit Tortuga Charapa para Educadores’, creado por Carmiña, y que ha incorporado toda la metodología que se está desarrollando.
El kit incluye, como base transversal, una cartilla para desarrollar juegos, talleres lúdicos, la lectura de cuentos y relatos, ejercicios de motricidad y de expresión corporal, sugerencias de videos para proyectar en las aulas y la teoría que sustenta todo el conocimiento relacionado con la tortuga.
Está divida en cinco capítulos: el primero destaca la trascendencia de los recursos naturales y reconoce cómo los seres vivos satisfacemos nuestras necesidades usando los ecosistemas. Por eso, el texto plantea que en la medida en que tenemos mayor diversidad biológica a nuestra disposición, alcanzaremos mayores oportunidades para satisfacer esas necesidades.
El segundo capítulo explica cómo se recrea la biodiversidad. Y, por eso, toca temas como los materiales genéticos, los cromosomas, la Teoría de la Evolución, las mutaciones o la selección natural. Para comenzar a entender esos temas, el documento sugiere un ejercicio en el que los niños tratan de identificar en qué se parecen a las tortugas y qué los diferencia. En otro momento, a partir de un juego escénico, desarrollan una charla sobre aquellos animales que conocen, imitan sus comportamientos, movimientos y sonidos. Y se ponen a prueba con adivinanzas que ellos mismos crean.
Un tercer capítulo muestra a las tortugas en los ecosistemas. Recurriendo a la interpretación de canciones, los aprendices comentan las funciones del reptil en medio de la vida silvestre. Y también se relatan las presiones que enfrenta, como es el caso de la deforestación y de la explotación de los recursos. Y, a partir de unos videos sugeridos, se hace una exposición sobre el cambio climático y sus consecuencias.
Un alivio a la rutina
Dos apartados adicionales exponen las principales características geográficas de la Orinoquia, y por eso los docentes introducen el tema recordando que en esta región habitan comunidades indígenas. Por consiguiente, invitan a mencionar algunas de las que son reconocidas por los participantes. Y manifiestan que ellas, al igual que sus formas de pensamiento y los conocimientos que poseen, también son parte de la diversidad cultural. Además, proponen la lectura de historias contadas por los abuelos de la mayoría de las etnias locales, una de ellas llamada El árbol de la vida, de la tradición sikuani.
Finalmente, hay un espacio para reflexionar sobre el medio ambiente y la cultura. Allí se aclara que los bienes que nos ofrece la naturaleza son finitos y por eso se deben diseñar estrategias para asumir su uso responsable, como acuerdos colectivos, por ejemplo.
Toda esa teoría logrará tener un sentido, al igual que las decenas de actividades complementarias que han sido diseñadas, en la medida en que los educadores y los estudiantes —entre muchos otros objetivos— reconozcan a las tortugas, y a ellos mismos, como seres con el derecho a coexistir con dignidad.
Adicionalmente, también es importante que los alumnos sepan e identifiquen qué acciones aportan al bienestar de otros seres y se reconozcan como parte de un paisaje diverso en el que deben surgir compromisos de responsabilidad, tanto individuales como colectivos, para lograr la sobrevivencia de muchas especies.
Carmiña agrega que las sesiones se han transformado en un alivio a la rutina escolar. Los niños se sienten felices, se cuestionan mientras se divierten, hacen muchas preguntas, se asombran y contagian con su entusiasmo a sus padres y familiares. Todo esto podría ser el primer paso para cultivar—opina ella— un amor duradero y un respeto permanente por su entorno y, asimismo, por la amenazada tortuga charapa. *
*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, el Fondo Acción y WCS, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes de Colombia: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el Piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).