Por Germán Bernal
Las Flores, El Jardín y Las Pineras no son tres floristerías que distribuyen rosas a domicilio en alguna ciudad o municipio de Colombia; por el contrario: son los nombres de tres predios rurales que están ubicados en las faldas de la cordillera Central, en el sur del departamento del Tolima (corregimiento de Bilbao, municipio de Planadas), y que se dedican, principalmente, a la ganadería y al cultivo del café. En esta región montañosa, además de las actividades productivas, se conservan fragmentos de bosques que están en riesgo de desaparecer debido a la expansión de la frontera agropecuaria.
Gonzalo Robayo y su esposa, Lucila Méndez, son los propietarios de esas tres fincas que, en sumatoria, alcanzan una extensión total de 70 hectáreas (58 de ellas pertenecen a Las Pineras, que es, de los tres predios, el más elevado y alejado de Bilbao).
Gonzalo y Lucila viven en El Jardín (5 hectáreas) y desde ahí tardan 40 minutos en llegar hasta Las Pineras, 10 minutos hasta Las Flores (4.5 hectáreas), y solo 20 minutos hasta Bilbao. Por su ubicación y cercanía, se desplazan entre estos predios como si fueran un solo.
Además de valiosas quebradas, ríos y nacimientos, se estima que cerca de 35 hectáreas de bosques permanecen intactas en estas tres propiedades. Este hecho, sin duda, contribuye a que estos terrenos sean potencialmente importantes para emprender procesos de conservación. Gonzalo y Lucila son sensibles a estos asuntos y, tal vez por ello, han evitado expandir sus prácticas productivas hacia las partes boscosas.
Esa misma sensibilidad y ese amor por la naturaleza hacen que Gonzalo hable con orgullo sobre la proximidad que tiene “Las Pineras” al Parque Nacional Natural Nevado del Huila. “No soy colindante, pero estamos cerca. Mi finca queda al occidente de esa área protegida. Por entre las trochas, podría tardar alrededor de dos horas para llegar hasta allá”. Esto es motivo de gran satisfacción para él, ya que aprecia profundamente la inmensa biodiversidad del lugar. E intuye, también, que sus terrenos boscosos son importantes para mantener corredores naturales que son fundamentales para la vida silvestre, dentro y fuera de ese parque nacional natural.
Motivos para conservar
Para esta pareja de campesinos tolimenses, su orgullo no se limita a la conservación del bosque. Lucila también ‘saca pecho’ al contar que “dentro de El Jardín, junto a un gran árbol de laurel, brota agua en un punto enrastrojado y en el que hay mucha platanilla y también árboles más pequeños”. Ella describe esta escena con lujo de detalles, quizás porque sabe, por experiencia propia, lo que significa tener acceso limitado al recurso hídrico.
En contraste con El Jardín, el agua era escasa cuando vivieron en su primera finca. Esta quedaba en la vereda Pueblitos, cerca de la cabecera municipal de Planadas. Consistía en un terreno de 9 hectáreas que adquirieron en 2016, tras regresar a la región, luego de cinco años de estar viviendo en Bogotá. Gonzalo recuerda que “el agua provenía de un acueducto, y cuando abríamos la llave, los vecinos se quedaban sin agua y viceversa, lo que generó muchos conflictos de convivencia”.
Esa experiencia de escasez es la que motiva a Lucila a narrar con especial interés, la escena del nacimiento de agua que se encuentra cerca de su casa en El Jardín: “desde que compramos esta finca, ese nacimiento ha estado ahí y no se ha secado”. Por su parte, Gonzalo se apresura a sumar al relato un dato valioso: “en total, entre las tres fincas, tenemos 11 nacimientos”. Aunque esto no los hace ricos, se sienten privilegiados: “en Bogotá, teníamos que pagar caro por el agua que consumíamos”, concluye.
En 2011, la situación de seguridad en Bilbao y sus alrededores no era la mejor debido al conflicto armado que, por décadas, venía afectando a gran parte del territorio nacional. La tensión era constante, lo que llevó a muchas familias a buscar oportunidades en otros lugares. Lucila y Gonzalo abandonaron las tierras donde vivieron su infancia y su juventud, así como sus primeros años de vida en pareja.
Por aquel entonces, recuerda Gonzalo, “uno vivía con mucha zozobra, así que decidimos irnos a Bogotá en busca de nuevas oportunidades. Pasamos muchos momentos amargos en la ciudad, pero afortunadamente salimos adelante”. Luego de haber trabajado como repartidor de leche, celador y maestro de construcción, lograron iniciar su propio negocio de abarrotes gracias al buen y ordenado manejo de sus finanzas.
Posteriormente, cuando la situación de orden público en su tierra natal mejoró, decidieron regresar. Vendieron la tienda y con ese dinero compraron un terreno de 9 hectáreas cerca al casco urbano de Planadas. Sin embargo, los conflictos con los vecinos relacionados con el agua complicaron su estancia y, 13 meses después, vendieron esa propiedad y compraron El Jardín, en la vereda El Siquila de su natal Bilbao.
Acuerdos para proteger los recursos
Pronto compraron también Las Flores y Las Pineras, predios con abundante recurso hídrico y con áreas de bosque. Gonzalo, quien se había prometido no comprar nunca más una finca sin acceso a agua propia, no dudó en negociar esos terrenos. Para fortalecer su compromiso personal de conservar estos valiosos recursos naturales, Gonzalo y Lucila firmaron un acuerdo voluntario de conservación para la finca Las Flores. Esto, como parte del Proyecto Río Saldaña – Una Cuenca de Vida*.
En Las Flores, este acuerdo incluye apoyo técnico y financiero para la implementación de sistemas de descontaminación de aguas y para el aislamiento de un cuerpo hídrico. El ingeniero Carlos Morales, especialista en estrategias locales de conservación en WCS, explica que “lo que se está haciendo es establecer un sistema modular para el tratamiento de aguas mieles resultantes del lavado del café y un sistema de tratamiento de aguas residuales domésticas. En este predio se aisló, también, un nacimiento de agua que estaba teniendo algunas afectaciones debido al acceso del ganado”.
Además del cerco o el aislamiento, los nacimientos protegidos en el marco de ese tipo de acuerdos de conservación son sometidos a un proceso de revisión que Javier Valbuena, profesional de monitoreo de ese mismo proyecto, realiza anualmente: “en Las Flores y en los demás nacimientos, tomo las medidas fisicoquímicas del agua para ver si sus características están cambiando y su calidad está mejorando”, explica.
Para Gonzalo, el río Siquila es la principal fuente de vida de lo que él llama “este cañón”, es decir, las montañas por las que atraviesa esa arteria fluvial camino hacia el Saldaña. Es consciente de que los 11 nacimientos que se encuentran en sus terrenos alimentan el consumo doméstico y dan vitalidad al río Siquila. Por esta razón, decidió incluir a Las Flores en un acuerdo de conservación que -espera- también pueda extender, en un futuro cercano, a Las Pineras y a El Jardín.
En los acuerdos de conservación, los propietarios se comprometen a no ampliar la frontera agropecuaria y a cuidar las áreas de bosque que se mantienen en pie. Estos compromisos se ven respaldados por acciones concretas, como la implementación de sistemas de tratamiento de aguas residuales o el aislamiento de fuentes hídricas, que contribuyen significativamente a este proceso.
Las Flores es uno de los 19 predios en la subcuenca del río Siquila que cuenta con este tipo de acuerdos. Estos han sido establecidos con el apoyo de las entidades que conforman la alianza 'Río Saldaña – Una Cuenca de Vida', a la cual, desde el año 2022, también brinda su respaldo la Agencia Presidencial de Cooperación Internacional de Colombia, APC-Colombia. En conjunto, esos 19 predios suman 714 hectáreas en las cuales se están protegiendo, aproximadamente, 302 de bosque. Una cifra que, en términos prácticos, contribuye al fortalecimiento del recurso hídrico en esta subcuenca y enriquece, en calidad y cantidad de agua, a la cuenca del río Saldaña.
Lucila ve con buenos ojos la idea de incluir todos sus predios en los acuerdos de conservación, pues siente que es urgente proteger los recursos naturales: “antes, uno sabía que agosto era un mes de verano, pero ahora no se sabe. Cuando llegamos a esta finca, solíamos cosechar, en promedio, 60 a 80 cargas de café, pero en el último año, y debido al cambio climático, la producción se redujo a unas 30 o 40. Nosotros somos los responsables, porque hemos tumbado los árboles”.
Considera, además, que el rol de los jóvenes es esencial en el cuidado de la naturaleza, pero le preocupa que muchos quieran abandonar las zonas rurales para irse a la ciudad. A pesar de que lo que viene es incierto, Gonzalo y Lucila están contribuyendo, con un pequeño granito de arena, para que el futuro ambiental de su región sea el mejor posible.
* Río Saldaña – Una cuenca de Vida es una alianza público-privada entre la Fundación Grupo Argos, Concretos Argos, Parques Nacionales Naturales de Colombia, Cortolima y WCS, con el apoyo de APC-Colombia.