Por Javier Silva
Un grupo de 436 pescadores artesanales de Santander decidió apoyar un esfuerzo comunitario para cumplir cuatro objetivos a favor de la vida de esta especie emblemática: respetar las vedas, usar artes de pesca correctos, evitar la captura de ejemplares que no cumplen con las tallas mínimas y restringir sus faenas en cuatro ciénagas situadas en Barrancabermeja y Puerto Parra, en pleno Magdalena Medio, donde muchos individuos del pez crecen en paz. Los porcentajes de cumplimiento en algunos de los compromisos se acercan al 100 por ciento.
Siempre fue muy frecuente que cientos de pescadores recorrieran las ciénagas La Colorada y El Clavo, así como las de Aguas Negras y Aguas Blancas, en pleno Magdalena Medio, en Santander, con tal de buscar bagres. Su ubicación y extensión eran muy aptas para conseguir, en una sola faena, cientos de ejemplares.
Pero desde hace un tiempo, una parte de esos mismos pescadores artesanales, habitantes de Bocas del Carare, en Puerto Parra; así como de Puerto El Muelle, San Rafael de Chucurí, Galán-La Unión y Ciénaga del Opón, en zona rural de Barrancabermeja, y que habían escogido estos sitios como los favoritos para llenar sus atarrayas, decidieron hacer una pausa y transformar esos mismos espacios en reservas pesqueras, es decir, en los escenarios centrales de un pacto inédito a favor de este pez, que no se ve en ningún otro lugar del mundo (endémico de Colombia).
Por eso, ya no van a pescar allí. Pero cuando lo hacen en otros sectores de la región, incluyendo el gran río Magdalena, se han comprometido a usar artes o herramientas adecuadas, a respetar las tallas mínimas de aquellos bagres que caen en sus anzuelos —60 centímetros de largo—, y a acatar las vedas que prohíben la captura y comercialización de la especie durante un tiempo, buscando así impulsar su reproducción.
Lejos de ser decisiones obligatorias o impuestas, hacen parte de una serie de acuerdos que ellos mismos han asumido voluntariamente, y en los que fueron apoyados por la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (AUNAP), para tratar de sacar al bagre (Pseudoplatystoma magdaleniatum) de una crisis que aún lo mantiene ‘En Peligro Crítico’ de extinción, según registros del Libro Rojo de Peces Dulceacuícolas de Colombia. En los últimos 30 años, su presencia se ha reducido en más de un 90 por ciento.
Al menos 436 pescadores se han sumado a este pacto, liderado por la Fundación Humedales y WCS Colombia, en el marco del Proyecto Vida Silvestre (PVS). Se comenzó a ejecutar y a perfeccionar en el 2014 con un grupo de 48 personas de Bocas del Carare, cuya experiencia se fue difundiendo hasta multiplicar la cifra aproximadamente nueve veces. Por eso hoy, casi 10 años después, son un ejemplo que se replica por toda la región.
Más de 13 mil reportes
Ninguna autoridad los vigila. Como integrantes de las asociaciónes de pescadores de Bocas del Carare (Asopesbocar), de San Rafael de Chucurí (Asopezchucurí) y de la Asociación de Bagreros de Barrancabermeja (Asodesba), le han dado un impulso definitivo a esta intención comunitaria y son ellos mismos quienes monitorean su desempeño para respetar lo acordado.
Solo en el último año —desde octubre del 2022— han emitido, según la Fundación Humedales, un poco más de 13 mil reportes, que han confirmado que el cumplimiento de los cuatro objetivos se ha acercado casi al 100 por ciento.
La veda, agrega esa misma fundación, tiene porcentajes de ejecución del 95 por ciento, cifra similar a la que se reporta frente al compromiso de evitar la pesca en las cuatro ciénagas mencionadas.
Pedro Nel Fuentes, representante legal de Asopesbocar, informa que adicionalmente al respeto de las dos vedas que anualmente fija la Autoridad Nacional de Acuicultura y Pesca (AUNAP), los pescadores asociados están respetando lo que se llama técnicamente ‘veda por candeleo’. Es decir: si el bagre se reproduce en cualquier época del año y ese momento no coincide con las restricciones que por calendario impone la AUNAP, ellos, de todas formas, están deteniendo la pesca.
Capacitados para el monitoreo
Por otra parte, el acuerdo para capturar bagres que tengan las tallas mínimas se ha respetado en un 70 por ciento. Asimismo, el cumplimiento frente a la utilización de artes de pesca adecuados es igualmente alto —85 por ciento—.
Para esto último ha sido necesario, principalmente, la vigilancia sobre el uso de los trasmallos, un utensilio conformado por la unión de varias redes que se instala por tiempo indefinido en el curso de los ríos y que fomenta la pesca incidental, porque allí no solo caen bagres, sino muchos otros animales, incluyendo tortugas y manatíes.
Leonor Valenzuela, coordinadora de Análisis y Síntesis de WCS Colombia, explica que, para lograr estos registros, los pescadores fueron capacitados en la recolección de los datos. Incluso, destaca que, en su momento, fueron ellos mismos quienes eligieron las ciénagas que debían quedar vedadas o en reserva.
—Hemos notado que han tenido un enorme compromiso para llevar a cabo el monitoreo. Y tenemos toda la credibilidad en ellos—, indica Leonor.
Ella cuenta que, precisamente, esa credibilidad se ha cultivado con el paso del tiempo y al ver que en ocasiones hay reportes de ejemplares capturados que no pasan de los 40 o 50 centímetros de largo; esto sugiere que los mismos pescadores son capaces de reconocer algunas fallas durante el ejercicio.
—Los cuatro compromisos que hemos definido son las actividades que tienen mayor impacto sobre la vida del bagre. Mitigarlas puede transformar esas dinámicas y generar cambios a su favor—, agrega.
Aunque el bagre es un pez migratorio y tal vez los ejemplares que se reproduzcan en este sector del Magdalena Medio no necesariamente permanezcan allí durante mucho tiempo, Pedro Nel Fuentes afirma que todo este trabajo, liderado con los habitantes, no solo es un modelo que muchos otros sectores de la cuenca del Magdalena han querido imitar.
Su ejecución, explica, también ha mostrado algunas transformaciones. Él dice, por mencionar solo un detalle, que en las ciénagas se están viendo, cada vez con mayor frecuencia, bagres pequeños, que antes eran muy escasos.
—A lo mejor esos serán, —agrega Pedro Nel—los peces que comenzarán a sostener la recuperación de la especie en unos años; no lo sabemos. De todas formas, cualquier cambio, por pequeño que sea, nos motiva a seguir adelante. Además, porque aquí ya tenemos claro que nosotros no estamos trabajando necesariamente por nuestro bienestar, sino por el bienestar de las próximas generaciones—.
*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, el Fondo Acción y WCS, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes de Colombia: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el Piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).