Por Javier Silva
Está situada en Pensilvania, muy cerca del Parque Nacional Natural Selva de Florencia. Servirá para proteger una gran porción de bosque andino, y, de paso, la vida de al menos 27 especies de ranas que están bajo algún grado de amenaza. Fue creada por la Fundación para la Conservación de la Vida Silvestre en Colombia (FCV), con la financiación de Rainforest Trust y el apoyo de WCS Colombia y Parques Nacionales Naturales de Colombia.
Tal vez en este momento, una rana dardo, del tamaño de una almendra, de un rojo intenso como el de una manzana, con ojos negros brillantes y un cuerpo humedecido por la lluvia, está llevando sobre su espalda unos pequeños huevos que deberá resguardar entre los charcos que se acumulan en las hojas de una bromelia. Allí nacerán sus crías.
Andinobates daleswansoni, como ha sido llamada por quienes la han estudiado y seguido de cerca, debe ser cuidadosa. Porque un buen pedazo del bosque donde vive, situado en Pensilvania, uno de los 27 municipios de Caldas, ha sido alterado, y ahora hay menos plantas que le sirvan de refugio.
Además, si no quiere terminar aplastada, tendrá que esquivar algunas vacas que podrían cruzarse en su recorrido. Y también deberá luchar contra los sembrados. Ella ha visto que los humanos han querido cultivar más y más alimentos, y entonces el agua, en muchos de los lugares a los que va a merodear, aparece contaminada.
De todas maneras, pase lo que pase, Andinobates daleswansoni no renunciará a su reproducción, es decir, a ese momento inherente a su condición de rana silvestre. Pero, es evidente que conseguirlo le está implicando un esfuerzo cada vez mayor.
Quienes luchan por una naturaleza saludable, son conscientes de esta situación. Y ahora están dando una pelea esforzada para ayudar a este anfibio, que tiene como su único hogar a esta región del país —es endémico de Colombia y por eso no se ve en ninguna otra parte del mundo-. Justamente, entre ellos aparecen los profesionales de la Fundación para la Conservación de la Vida Silvestre en Colombia (FCV), entidad socioambiental con 25 años de trabajo, que acaba de fundar la ‘Reserva Andinobates Boquerón’.
Las ranas, sombrilla de más vertebrados
Con cerca de 500 hectáreas de extensión, el área no solo busca cuidar los ejemplares que aún sobreviven de ‘daleswansoni’, o rana rubí, como también la llaman. Además, pretende proteger a otras especies de anfibios que, como ella, viven bajo algún grado de amenaza en este mismo reducto de la cordillera Central.
Según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), en este lugar hay 27 especies de ranas bajo algún grado de amenaza. Por ejemplo, la Andinobates daleswansoni está 'En Peligro’ de extinción, junto a otras cinco especies de ranas muy típicas de este departamento, como la Pristimantis parectatus.
Otras seis, según la misma entidad, aparecen catalogadas 'En Peligro Crítico', como la Atelopus sonsonensis y la Pristimantis torrenticola. Y hay 15 más en la lista de 'Vulnerables', donde están Pristimantis suetus y la Sachatamia punctulata.
La ‘Reserva Andinobates Boquerón’ nace en medio de esta crisis evidente y su misión será conseguir que las poblaciones de todas ellas aumenten.
Adriana Herrera Montes es su directora. Ella explica que los terrenos resguardados son vecinos del Parque Nacional Natural Selva de Florencia —denominados como área para la gestión de su función amortiguadora—. Esta es una de las áreas nacionales naturales protegidas más pequeñas del país —cabría 430 veces en la más grande: el Parque Chiribiquete—, pero, a su vez, tiene una de las mayores cifras de anfibios en riesgo por hectárea.
Financiada por la organización Rainforest Trust, y apoyada por WCS Colombia y por Parques Nacionales Naturales de Colombia, la Reserva surge, entonces, como un complemento al trabajo por la conservación que ya hace el Parque, al que se suman los esfuerzos de la comunidad científica y otras entidades por salvar de la desaparición a este grupo de vertebrados.
—Nuestro principal objetivo es garantizar la recuperación de porciones de bosque andino, para así asegurar el hábitat suficiente para los anfibios y para otros grupos de animales como ciertos mamíferos (el mono araña), o algunos reptiles y aves que también están en situación de riesgo—, opina Adriana.
Gustavo González, especialista en anfibios de WCS Colombia, comenta que gran parte de las especies amenazadas mencionadas, tienen ejemplares viviendo en los terrenos por fuera del Parque Nacional Natural. Por eso, la Reserva se transforma en una excelente oportunidad para resguardar la vida de todos ellos.
—Si se consolida, si se logran hacer en ella ejercicios de investigación rigurosos y, a su vez, se consigue con el tiempo ampliar su polígono, estaríamos ayudando significativamente a su conservación—, comenta Gustavo.
Se construye el Plan de Manejo
Adriana Herrera Montes agrega que, en este momento, la pérdida de bosque asociada a la actividad de extracción y comercialización de madera, así como algunos intentos por consolidar cultivos de aguacate y otros proyectos productivos, son presiones muy evidentes que se deben trabajar con las mismas comunidades, para que los pobladores tengan en cuenta procesos sostenibles.
Para conseguir esto último, será definitivo diseñar un buen Plan de Manejo, que aún está en construcción. Este también deberá tener en cuenta que, del total de veredas de Pensilvania, siete de ellas están situadas alrededor de la Reserva.
En síntesis, cuenta Adriana, se tendrá que definir una ruta clara con un objetivo principal: restaurar algunas hectáreas del bosque para consolidar un eslabón o corredor biológico, no solo con el Parque Nacional Natural Selva de Florencia, sino con el Parque Nacional Natural Los Nevados y con el páramo de Sonsón, en Antioquia.
La FCV tiene otra reserva llamada Rocallosas Mozul, que apoya la zona de amortiguación de esta última área nacional protegida, y que será clave para lograr esa conectividad regional.
Se suman, como otros propósitos, afianzar el turismo ecológico y científico con el apoyo comunitario y de las universidades. Y también será fundamental la educación ambiental para que, entre otras cosas, se reduzcan algunas malas prácticas entre la población rural, como el uso de quemas para arrasar la vegetación e introducir ganado —incendios que muchas veces se salen de control— y el pastoreo sin reglas que lleva a que parte del ganado invada algunos sitios bajo protección.
Ricardo Walker, miembro de la FCV, y quien habita desde hace un tiempo la cabaña principal de la reserva, dice que ahora, cuando sale a hacer recorridos por algunos de los senderos, se está encontrando con mucha frecuencia a la Andinobates daleswansoni.
Seguramente, muchos de los ejemplares de la especie están percibiendo que pueden buscar con mayor confianza y tranquilidad esa quebrada cristalina o esa bromelia indicada para prolongar su prole. Agotados por tantos años de persecución y peligros, ya era más que necesario que comenzaran a dominar un pedacito de tierra que les ofreciera una tregua.
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