Por Javier Silva
El bioparque, administrado por la Fundación Palmarito, alberga en cautiverio más de 300 individuos de la especie que han logrado reproducirse en sus instalaciones. Este año, en alianza con el Proyecto Vida Silvestre (PVS), continuará trabajando por la liberación de ejemplares juveniles en el Parque Nacional El Tuparro (Vichada).
En Casanare, más exactamente en Orocué, cuatro caimanes llaneros acaban de desovar para prolongar su descendencia. Entre el 8 y el 19 de enero, las hembras salieron de sus humedales, o áreas de reposo, y se desplazaron hasta tierra firme, para poner 189 huevos fértiles.
Darío Rincón, un hombre de no más de 50 años, fue testigo de este momento. Él estuvo encargado de vigilar a los reptiles y de recoger esa postura, para luego llevarla a dos playas artificiales—o de anidación— donde continuará el desarrollo de los huevos. Más o menos en abril nacerán, aproximadamente, 120 caimanes bebés.
Este momento se registra una vez al año. Y ocurre dentro de las instalaciones del bioparque Wisirare, donde estos animales tienen un oasis, algo así como un albergue para comenzar a crecer sin angustias.
Darío cuenta que ha sido testigo de muchos momentos reproductivos como el actual. Recuerda que los ha visto y monitoreado, de manera consecutiva, durante los últimos 11 años. Y reconoce que han sido trascendentales para la reproducción en cautiverio del cocodrilo del Orinoco, como también es llamado, un ser único que solo habita en la cuenca de ese río majestuoso.
Luego de muchos años de labores y de vigilancia, él explica que en Wisirare hoy viven cerca de 320 caimanes, entre juveniles y adultos. A todos ellos se unirán los que logren nacer y desarrollarse tras este desove reciente. Si todo sale bien, sumarán, en total, más de 400 individuos.
Con esto, el bioparque se ha consolidado como otro importante eslabón en el intento por salvar a la especie de la extinción.
Cazados por su piel
Según el Instituto Humboldt, el caimán es, dentro del grupo de vertebrados que habitan en Colombia, el que enfrenta el mayor riesgo de desaparecer.
De tener una población en vida silvestre calculada en más de tres millones de individuos en los años 60 —según censos del investigador Federico Medem—, en la actualidad no habría más de 200, de acuerdo con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Esto debido a la cacería que en un pasado los persiguió para comercializar sus pieles y exportarlas a Europa o Estados Unidos, donde las usaban para fabricar accesorios.
Otros miles también han muerto porque destruyeron sus hábitats o porque sus nidadas fueron saqueadas para vender los huevos y consumirlos. E incluso, hay personas que mataron decenas porque los consideraban una amenaza (cacería por retaliación).
Criar para liberar
Las instalaciones del bioparque Wisirare son de propiedad de la Gobernación del Casanare, pero hoy están administradas por la Fundación Palmarito, a la que les fueron entregadas por medio de un comodato que se renovó a finales del 2021.
En febrero del año pasado, la Fundación firmó un convenio con WCS Colombia, por una duración de 21 meses, para apoyar el rescate de las poblaciones del caimán. Esto, como parte del Proyecto Vida Silvestre (PVS)*.
Por eso, según lo explica Alejandro Olaya, director de la Fundación, uno de los objetivos no es solo mantener el programa de crías en cautiverio —ex situ—, sino tener disponibles, al menos, 40 ejemplares juveniles —dentro del grupo que ya crece en el bioparque—, para ser llevados al río Tomo, en el Parque Nacional Natural El Tuparro y, de esta forma, afianzar, poco a poco, poblaciones sanas y estables.
Palmarito, en medio de las actividades planeadas con el PVS, ya ha cumplido antes esta misión de repoblación. Desde el año 2019, ha liberado, al menos, 217 caimanes. Algunos en el Tomo. Y también dentro de la reserva natural Hato La Aurora, situada en Casanare, y en sectores del río Cravo Norte, en Arauca. Igualmente, fue redactado el primer Protocolo de Reintroducción del Caimán, que ha incluido el monitoreo de más de medio centenar de ellos gracias a transmisores acústicos que facilitan entender mejor cómo es el comportamiento de estos animales.
Poblaciones estables en áreas protegidas
Maria del Pilar Aguirre, especialista en monitoreo de WCS Colombia, opina que el trabajo de la Fundación Palmarito y Wisirare es trascendental para impulsar el Plan de Acción Interinstitucional para la Conservación del Caimán Llanero, que es la hoja de ruta que actualmente guía los esfuerzos para el rescate de esta especie en crítica situación.
Como parte de ello, uno de los propósitos es lograr establecer, en los próximos 15 años, al menos tres poblaciones silvestres estables de esta especie (cada una con cinco hembras reproductivas), todas ubicadas en áreas naturales protegidas y donde este reptil ha tenido una distribución histórica y natural. De consolidarse esta intención, la categoría en la UICN del caimán llanero pasaría, a mediano plazo, de ‘En Peligro Crítico’ a ‘Vulnerable’.
El plan fue trazado, principalmente, por Rafael Antelo, investigador y experto en el cocodrilo del Orinoco; Germán Forero Medina, director científico de WCS Colombia y Carlos Saavedra, coordinador de especies de esa misma organización y coordinador del Proyecto Vida Silvestre (PVS).
A ellos se unió Mario Vargas Ramírez, quien dirigió, hasta hace poco, la Estación Biológica Tropical Roberto Franco, de la Universidad Nacional de Colombia. Ese lugar, al igual que Wisirare, resguarda en cautiverio poco más de 400 ejemplares y ya ha hecho liberaciones, desde 2015, de al menos 37 caimanes en los ríos Lozada, Guayabero, Guarrojo y Manacacías, en La Macarena. Estas reintroducciones han incluido la posibilidad de monitorear el comportamiento de los animales apoyándose en transmisores de radiofrecuencia y telemetría satelital.
Con el plan como respaldo, por primera vez organizaciones no gubernamentales, la academia y entidades del sector público, se reunieron a pensar y diseñar estrategias efectivas de conservación y a establecer grupos definitivos del cocodrilo. Esto último ha quedado refrendado en que, aunque se trata de criar para liberar, tampoco se trata de liberar de cualquier forma.
Maria del Pilar Aguirre explica que los caimanes trasladados a sus hábitats tienen un exhaustivo estudio médico y genético previo. Esto permite saber si pueden reproducirse sanamente y evitar el riesgo de una posible endogamia (reproducción entre parientes cercanos), lo que podría causarles problemas de salud a mediano plazo e impedir el establecimiento de poblaciones silvestres.
Y por eso ahora, todas los que están involucrados con su recuperación, como es el caso de Wisirare, están trabajando bajo un enfoque concertado, con actividades coordinadas y sin acciones improvisadas. De paso, han recibido el respaldo del parque acuático y de conservación Piscilago (en Nilo, Cundinamarca), el bioparque Los Ocarros (muy cerca de Restrepo, en Meta), la Universidad de los Llanos y el parque agroecológico Merecure (en el municipio de Puerto López), que también resguardan ejemplares del caimán.
Agrega Maria del Pilar Aguirre que todo este quehacer hay que seguirlo respaldando con jornadas de socialización y de educación con las comunidades locales, para que las poblaciones ribereñas sigan reconociendo que estos animales son trascendentales para el medio ambiente —entre otras cosas, ayudan a mejorar la pesca comercial y evitan que los caños se colmaten—. Y, además, y lo más importante, para que las personas continúen aprendiendo a convivir con ellos, sin temerle a su imponencia. *
El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, Fondo Acción y WCS Colombia, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).