Por Germán Bernal
En una de las 13 sedes veredas de la Institución Educativa Técnica La Voz de la Tierra, de Roncesvalles (Tolima), los niños y las niñas separan los residuos de lo que consumen para luego usar las cáscaras de las frutas como abono orgánico. En otra sede, sus estudiantes cultivan una pequeña huerta con tomates, cebollas, pepinos y distintas hortalizas que suman a su alimentación cotidiana. Y a la par, alumnos y profesores de otra escuela rural, ubicada en la vereda Siquila, corregimiento de Bilbao, en el municipio de Planadas, plantan árboles nativos que fungen como un corredor biológico para facilitar el libre tránsito de la fauna silvestre.
Estas actividades, junto con otras más, forman parte del proyecto ‘Río Saldaña – Una cuenca de Vida’*, alianza que viene liderando e impulsando, desde hace más de siete años, todo un conjunto de acciones socioambientales enfocadas, principalmente, en la restauración y el mantenimiento de los bosques andinos, el saneamiento de los ecosistemas acuáticos, además del monitoreo y la investigación científica.
Para esa misma alianza, los PRAES (Proyectos Ambientales Escolares) son un instrumento pedagógico de gran importancia. Dicho instrumento -cabe recordar- fue instituido por el Estado colombiano en el año de 1994. Y hoy, el programa Verde Vivo, de la Fundación Grupo Argos, es quien fortalece su accionar en esas montañas del sur tolimense teniendo por referente varios de los distintos componentes que sustentan el citado proyecto.
Piedad Lorena Quintero, del programa Verde Vivo, explica: “Parte de nuestro trabajo implica capacitar a un grupo de docentes en temas como el monitoreo hídrico y el desarrollo de huertas y semillas. Pero también estamos dando un nuevo enfoque a la implementación de los PRAES, ya que estos, en un pasado, se formulaban como un único plan para la Institución Educativa principal y al que las sedes rurales debían ceñirse. Sin embargo, las problemáticas ambientales de estas últimas varían en la mayoría de los casos. Por lo tanto, nuestra labor se ha concentrado en asegurar que esa instituciones educativas cuenten con un proyecto independiente que les permita abordar sus desafíos ambientales de manera específica”.
Reconocer lo local para garantizar el éxito
Para Alex Jair Monsalve, director ejecutivo del Programa Verde Vivo de la Corporación Manantial, “es esencial que estos ejercicios pedagógicos nos lleven a comprender la estrecha conexión que tenemos con los ecosistemas y a reconocer la influencia de los aspectos culturales y las costumbres en esta relación, condición que resulta fundamental para llevar a cabo transformaciones significativas”.
Para ilustrar este punto, Alex ofrece un ejemplo sencillo: “nosotros –plantea– recibimos educación basada en libros que fueron diseñados en Europa o en Estados Unidos. Por eso, cuando se le pide a un niño que dibuje cinco animales, es común que haga un león, un elefante, una cebra o una jirafa. Nuestra meta es que los estudiantes reconozcan y dibujen animales propios de su entorno, como nutrias, patos de torrentes, jaguares o incluso osos de anteojos”.
Por su parte, Juan Diego Murcia, docente de la Institución Educativa Técnica La Voz de la Tierra, destaca el papel de la educación ambiental en el fortalecimiento de la relación entre la población y su entorno natural. Enfatiza, también, la importancia que los estudiantes adquieran sentido de pertenencia y promuevan el cuidado por el territorio en el que viven, suscitando la conservación y el aprecio por la naturaleza local.
Uno de los ejercicios pedagógicos desarrollados como parte de la estrategia de educación ambiental del programa Verde Vivo, fue el encuentro “Mi escuela, mi casa, mi territorio”. En éste se buscó lograr el reconocimiento, por parte de los educandos, de cinco especies de flora amenazadas que son representativas de los ecosistemas en esa región: el cedro negro, el cedro de montaña, el pino romerón, el roble andino y la palma de cera.
Es importante añadir que las y los docentes que han venido participando en este y en otros procesos similares, representan el eje articulador de este componente de educación ambiental. Por lo mismo, los diferentes encuentros y capacitaciones que ellos reciben son replicados en las distintas comunidades educativas que hacen presencia en esa región.
Otra de las apuestas pedagógicas que se viene ejecutando con éxito es el monitoreo participativo. En esta actividad, algunos profesores y alumnos toman muestras de una fuente de agua dulce. El objetivo final del ejercicio es hallar cierto tipo de macroinvertebrados que, con su ausencia o presencia, indican aspectos relacionados con la calidad del agua.
De esta forma, la comunidad educativa logra reconocer las amenazas y las fortalezas de su entorno natural y se sensibiliza frente a cómo conservar y proteger sus bosques y los ecosistemas acuáticos. Lo anterior incluye aprender a identificar aquellas especies que están en peligro de extinción y valorar las características del agua que usan las personas. Todos estos ejercicios pedagógicos -importante aclararlo- los lideran y acompañan técnicos e investigadores que aportan a la alianza ‘Río Saldaña – Una Cuenca de Vida’.
Aprender haciendo
En la vereda Siquila, ubicada en el corregimiento de Bilbao (Planadas), una de las iniciativas en marcha es la creación de una cerca viva que está contigua a la escuela local. La profesora Adriana Mendoza explica que “habitualmente, los docentes enseñamos las partes de la planta utilizando fotocopias, pero con la cerca viva, aprovechamos la oportunidad para mostrarle a los niños y niñas las plantas reales que están presentes en el territorio”.
Destaca, además, el valioso acompañamiento de dos expertos en botánica como William Bravo, de WCS Colombia, y de Piedad Quintero, de Verde Vivo. “Ellos -afirma- han estado presentes durante las siembras y han brindado información relevante sobre la función de las especies plantadas y la riqueza natural de la cuenca del Siquila”.
En otra zona cercana al río Cucuana, en la cordillera Central, existe una experiencia adicional que aquí destaca el profesor Liserio Samboní. “En las sedes San Pablo y Ayacucho de La voz de Tierra -señala- nos preocupaba que las bolsas plásticas acumuladas fueran a parar a los arroyos o al suelo, por lo que con otro compañero, e inspirados en una idea que vimos en YouTube, empezamos a hacer hilos aprovechando su elasticidad. Con estos hilos, enseñamos a los niños y niñas a tejer pulseras y collares, reduciendo el impacto de la acumulación de plástico y dándoles un uso didáctico”.
Pero con la llegada del programa Verde Vivo, esas mismas bolsas sirvieron para elaborar otro valioso recurso. “Los hilos plásticos –añade el profesor Samboní– hoy los usamos en nuestras huertas escolares para amarrar los fríjoles, las habichuelas y los tomates, ya que estas plantas necesitan tutorado (una estructura para mantenerlas en posición vertical)”.
Según destaca la profesora Adriana Mendoza, una de las mayores fortalezas de este programa es su capacidad para formar a los formadores: “Como docentes, poseemos conocimientos, pero es fundamental capacitarnos para profundizar y asumir la responsabilidad en estos temas que son tan relevantes. A menudo –añade Adriana– conocemos la existencia de un río, pero desconocemos su verdadera importancia, no solo para la región, sino para todo el departamento, e incluso para el país. Por consiguiente, es esencial que los niños y las niñas comprendan esto, ya que ellos son las generaciones futuras que ayudarán a cuidar este valioso patrimonio que, en definitiva, nos pertenece y nos beneficia a todos”.
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* Río Saldaña – Una cuenca de Vida es una alianza público-privada entre la Fundación Grupo Argos, Concretos Argos, Parques Nacionales Naturales de Colombia, Cortolima y WCS, con el apoyo de APC-Colombia.