Por Germán Bernal
Tras nacer en la laguna La Rusia, en el páramo de Las Nieves (jurisdicción del municipio de Chaparral), el río Amoyá serpentea entre majestuosas montañas. Lo hace a lo largo de sus 103 kilómetros, y desciende desde lo alto de la cordillera Central, dando forma al impresionante Cañón de Las Hermosas. Este viaje fluvial, que transcurre por entre paisajes de laderas escarpadas que asombran por su belleza, culmina cuando el Amoyá entrega sus aguas al Saldaña, principal afluente del río Magdalena en el departamento del Tolima.
Gerardo Garay y Milton Cruz viven en esta región, donde es posible encontrar bosques andinos que conviven con áreas de producción agropecuaria, y que están principalmente representadas en el café y la ganadería. Las fincas de Gerardo y Milton (Los Laureles y Luxemburgo, respectivamente), son ejemplos vivos de esta simbiosis paisajística.
Gerardo Garay postuló a Los Laureles en el año 2019 para que fuese reconocida como una Reserva Natural de la Sociedad Civil (RNSC). En noviembre de 2022, Parques Nacionales Naturales de Colombia (PNN) le otorgó ese reconocimiento, señalando que, además del bosque nativo -que allí cubre una extensión de 12,91 hectáreas-, el lugar también cuenta con una zona de amortiguación y manejo especial dada su vecindad con el Parque Nacional Natural Las Hermosas, ‘Gloria Valencia de Castaño’.
Las Reservas Naturales de la Sociedad Civil -recordemos- son una figura de conservación que avala y da crédito a aquellos propietarios que manifiestan su voluntad de cuidar la riqueza ecosistémica presente en sus predios. PNN, entidad designada por el Ministerio de Ambiente para regular y otorgar esta categoría de protección, precisa que las RNSC deben cumplir con ciertas características. Entre otras, incluir zonas de bosque o de coberturas vegetales destinadas a la conservación, y que sus dueños acrediten gozar de posesión efectiva y real de la finca en cuestión. Además, las actividades productivas deberán responder a principios amigables con el medio ambiente.
Fanny González, Especialista en Áreas de Conservación de la alianza Río Saldaña - Una Cuenca de Vida*, explica que “tener en este territorio una o varias RNSC ayuda a fortalecer la gestión y conservación de estos paisajes, así como a la conectividad con áreas protegidas públicas y fragmentos con coberturas naturales”.
Gerardo y Milton no sólo comparten el hecho de vivir en el mítico Cañón de Las Hermosas. Aunado a ello, participaron en el programa “Familias Guardabosques” que implementó el Gobierno nacional a comienzos de la primera década del dos mil. Una iniciativa que buscaba promover la conservación en zonas ambientalmente estratégicas y la erradicación de cultivos de uso ilícito en ciertas regiones de Colombia. La experiencia, cuentan ellos, les inculcó una mayor conciencia ambiental. Además, casi al mismo tiempo postularon sus predios como RNSC (Luxemburgo aún está a la espera de la resolución de PNN). Y, finalmente, ambos producen café orgánico.
Campesinos: piezas clave en la conservación
Tatiana Cruz es la menor de los cinco hijos de Milton. Tiene 19 años y es la abanderada de la marca de café Las Cruces. La familia de Tatiana hoy quiere que este sello se posicione comercialmente, idea que surgió en el año 2019 mientras exploraban mejores alternativas de negocio para las cosechas de la finca Luxemburgo, y que es el hogar de al menos 13.000 “palos de café” que producen entre 50 y 60 cargas anuales.
En palabras de Tatiana: “Al vender el café orgánico como marca propia, no solo obtenemos mejores utilidades; además, el sueño es que en algún momento podamos tener nuestra propia cafetería, nuestro propio negocio”. Ella se emociona hablando sobre esas metas y la forma en la que se han venido preparando para alcanzarlas. Después de terminar el colegio, asumió la responsabilidad de café Las Cruces. Orgullosa añade: “hoy puedo decir que soy barista, catadora y tostadora. Actualmente, estoy haciendo un curso de calidad. Previamente hice un técnico en aseguramiento de calidades del café”.
A toda esa cadena de sueños, Milton también sumó un eslabón clave: la producción orgánica. De hecho, adoptó esta práctica mucho antes de saber que podría postular su finca como una RNSC y que despertara en él su interés por crear su propia marca comercial. El predio Luxemburgo es una propiedad colectiva de 169 hectáreas, ubicada en la vereda Agua Bonita. Fue comprada en 2008, y su área productiva se dividió equitativamente entre 10 familias campesinas.
Milton recuerda: “Cuando compramos la finca, llevaba unos treinta años abandonada. Sus antiguos dueños se fueron por problemas de orden público. En las hectáreas que nos asignaron a los Cruz, sembramos café, usando abonos químicos. Dado que estos son perjudiciales para la tierra, decidí implementar procesos sostenibles”. Además -comenta- “también decidimos dejar intactas unas 50 hectáreas de bosque que estaban allí, con la intención de recuperar algo de lo que en su momento no se cuidó”.
Gerardo Garay, habitante de la vereda Davis Janeiro, tiene una historia similar. Compró el predio Los Laureles en el año 2008 y desde 2015 inició la transición hacia el cultivo orgánico del café. Dos años antes, participó en un proceso formativo en agroecología ofrecido, en el Cañón de Las Hermosas, por la Universidad Javeriana: “allí empezamos a darnos cuenta que los agroquímicos no traían nada bueno”, recuerda.
En términos generales, los agroquímicos pueden alterar el equilibrio ecológico, afectando los cuerpos de agua y la fauna asociada a ellos. Gerardo, consciente de esto, optó por la producción orgánica, un modelo que, por el contrario, ayuda a mejorar las propiedades físicas de los suelos y a generar buenos resultados en la fertilización. “Yo, por ejemplo, mezclo la cereza del café, el estiércol de la gallina y del ganado y hago el compost, con el que abono las huertas y los cafetales”, afirma.
Estas buenas prácticas se complementan con un cuidado meticuloso en el proceso de recolección y secado, etapas en las que Gerardo está atento a todos los detalles: “procuro que no se fume durante la recolección ni que se recojan granos verdes. La fermentación debe hacerse en su debido término y el secado ocurre bajo marquesina durante ocho a quince días, lo que influye en los aromas durante la tostión”.
Las Cruces y Aguas Claras
El fruto del proceso necesario para la producción orgánica, es un café verdaderamente excepcional. Gerardo y Milton venden su cosecha de manera directa e independiente, cada uno bajo un nombre comercial distinto. Ambos son pequeños caficultores. En Colombia, según la Federación Nacional de Cafeteros, existen cerca de 540.000 familias dedicadas al cultivo de esta planta, y la mayoría lo hacen a pequeña escala con siembras que promedian las 2 hectáreas por parcela.
Aunque las marcas Las Cruces, de la familia Cruz, y Aguas Claras, de los Garay, aún no han alcanzado una notoriedad masiva, llevan consigo el sello de la producción orgánica, algo que, sin duda, atrae a los compradores. Milton procesa, aproximadamente, 54 libras mensuales de café tostado, que vende principalmente en Chaparral (Tolima). Por su parte, Gerardo tuesta entre 30 y 50 libras que luego despacha a compradores en Medellín, Ibagué y al propio Chaparral. El café restante que producen, lo venden, sin procesar, ya sea a cooperativas de caficultores o a compradores privados.
Para productores como ellos, la posibilidad de vender su café a mejores precios constituye, sin duda, una motivación que no es la única. A los dos también los motiva el amor por cuidar los recursos naturales de sus predios, y en los que la vida de cristalinos caudales, representados en ríos y quebradas, es acompañada por un variado inventario de especies de flora y fauna que fueron documentados en la caracterización biológica llevada a cabo por los profesionales de la alianza Río Saldaña - Una cuenca de Vida.
En Los Laureles, por ejemplo, identificaron 62 especies de plantas y 134 de fauna, mientras que en la finca Luxemburgo, encontraron 67 de plantas y 135 de fauna. De esos inventarios se destaca el hallazgo de Dussia sp. nov. una nueva especie para la ciencia, así como la presencia del tigrillo (Leopardus pardalis), mamífero catalogado como Vulnerable según la IUCN. Estos son ejemplos que evidencian la importancia de cuidar y preservar la vida silvestre.
En la cuenca alta del río Amoyá, ya se han postulado seis predios como RNSC y, recientemente (diciembre de 2023), la finca La Miranda recibió resolución de registro por parte de PNN. Por ello, la contribución de Gerardo y Milton, junto con la de los demás propietarios que quieren tener este tipo de reservas, es invaluable. Proteger la biodiversidad no es solo tarea de los expertos; el papel que en esto cumplen las comunidades campesinas, es fundamental.
* Río Saldaña – Una cuenca de Vida es una alianza público-privada entre la Fundación Grupo Argos, Concretos Argos, Parques Nacionales Naturales de Colombia, Cortolima y WCS, con el apoyo de APC-Colombia.