Por Javier Silva
En el último año se han llevado al río Tomo, y dentro del Parque Nacional El Tuparro, 25 ejemplares adultos del cocodrilo del Orinoco, como también es conocido, y entre los que aparecen 20 hembras. Si los animales se adaptan al río, sobreviven y comienzan a reproducirse, se consolidaría la primera población de caimanes en Colombia, recuperada a partir de individuos criados en cautiverio.
Foto: Carlos Saavedra / WCS Colombia
El fin de semana pasado terminó una nueva liberación de caimanes llaneros adultos en el Parque Nacional Natural El Tuparro (Vichada), en un sector del río Tomo.
Un avión de la Fuerza Aérea trasladó hasta ese lugar, y dentro de guacales individuales de madera, a 11 ejemplares, entre ellos a 8 hembras y 3 machos, de entre 2 y 3 metros de largo, que habían crecido en cautiverio dentro de la Estación de Biología Tropical Roberto Franco, de la Universidad Nacional, situada en Villavicencio (Meta).
El martes 9 de abril, casi a la medianoche, la aeronave aterrizó en la base de Marandúa y, desde allí, los reptiles fueron llevados en camiones hasta el sitio de la liberación, todos ellos vigilados por expertos de la Universidad, y apoyados por profesionales de WCS Colombia, la oficina de Parques Nacionales Naturales y un grupo de militares.
Luego de cumplir un plan logístico intenso, el personal de la Estación Biológica comenzó a soltarlos a la orilla del caudal el miércoles 10 y pudo confirmar, tres días después, que todos habían iniciado, sin novedades y oficialmente, su nueva vida en las aguas de este afluente del gran Orinoco.
Terminaba así un nuevo acontecimiento. Pero, al mismo tiempo, comenzaba a sellarse, tal vez, una nueva historia para la especie.
Esto último adquiere sentido, al menos en Colombia, porque los once individuos liberados se suman a otros 14 que habían corrido la misma suerte hace exactamente un año.
Y con 25 cocodrilos viviendo en libertad y en un mismo lugar —20 hembras y cinco machos en total—, es muy probable que esté naciendo un grupo estable y en vida silvestre del cocodrilo del Orinoco o Crocodylus intermedius, como también se le conoce científicamente. Esto, al menos, después de que sus ejemplares fueran arrasados entre mediados del siglo XX—1930 a 1950 aproximadamente— para comercializar sus pieles en Estados Unidos y Europa, con el fin de fabricar accesorios, una bonanza comercial irresponsable e insostenible que lo llevó a ser declarado En Peligro Crítico de extinción.
Menos de 300 ejemplares en Colombia
—Mientras que con otras especies estamos enfocados en mantenerlas, con el caimán llanero el trabajo se concentra en su recuperación— explica Germán Forero, director científico de WCS Colombia.
Foto: Carlos Saavedra / WCS Colombia
—Y en la recuperación de una especie que, según todos los registros históricos, incluyendo los testimonios de Alexander von Humboldt—agrega Forero—era muy abundante en todos los ríos tributarios del río Orinoco—
El cocodrilo pasó, entonces, de ser un animal muy común, a convertirse en un ser raro y exiguo, que luego de la prohibición tardía del comercio de sus pieles, establecida por el Gobierno colombiano después de la década de los 60, se vio afectado, adicionalmente, por la cacería por miedo —o retaliación—, la muerte de ejemplares en mallas de pesca o por daños en los humedales que habitan.
Frente a lo anterior, un censo hecho por el investigador Federico Medem, un reconocido herpetólogo nacido en Letonia y quien se instaló en Colombia al dejar su país al término de la Segunda Guerra Mundial, determinó que, sobre el año 1975, quedaban menos de 2 mil caimanes en vida silvestre. Hoy, según cálculos del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, no habría más de 300 en esa misma condición.
Están todas las piezas del rompecabezas
Por fortuna, el mismo Medem comenzó en su época un programa de reproducción en la Estación de Biología Tropical Roberto Franco, que se ha mantenido en el tiempo y durante los últimos 40 años. En la Estación reposan hoy unos 240 ejemplares, que son la base principal de los trabajos de reintroducción logrados hasta el momento.
Foto: Jeimy Figueroa / WCS Colombia
—Tenemos todas las piezas del rompecabezas para armar y sostener una labor adecuada y prolongada: entre muchas otras cosas, la Universidad Nacional hizo los análisis genéticos para saber cuáles de esos individuos son los más aptos para ser llevados a su hábitat. Las instituciones públicas están interesadas en rescatar al caimán y, como un aporte sustancial, WCS trabajó con las comunidades para que los pobladores puedan coexistir con ellos— explica Forero.
En conclusión: si se adaptan al río, sobreviven y comienzan a reproducirse, se consolidaría la primera población de caimanes en Colombia recuperada a partir de animales criados en cautiverio.
—Adicionalmente, el aprendizaje que se ha logrado, por ejemplo, en temas logísticos y de manejo, ha permitido que ya se pueda pensar en intentar estrategias similares en otras regiones del país—, concluye Forero.
Ana María Rodríguez, quien hace parte del equipo científico de la Estación Roberto Franco y ha realizado estudios genéticos a los cocodrilos que se resguardan allí —esto con el fin de saber, entre otras cosas, cuáles eran los más aptos para ser liberados—, explicó que luego de un monitoreo corto —diurno y nocturno— que se hizo a los reptiles que han sido llevados al río Tomo desde abril del año pasado, se pudo identificar que, hasta el momento, no hay nidadas —ha pasado muy poco tiempo para que exista alguna–. Pero esto es normal, porque los animales apenas se están estableciendo en su nuevo hogar.
—Lo que esperamos en un tiempo, y a largo plazo (20 años), es poder identificar muchos ejemplares y de muchas edades; queremos que exista un relevo generacional, es decir, ojalá podamos ver a los hijos de los caimanes que recién liberamos. Es un proceso que tomará tiempo, porque el cocodrilo tiene un ciclo de vida muy lento. El éxito de la reintroducción se sabrá, entonces, en la medida en que los cocodrilos logren reproducirse—, explica.
Para lo anterior, también serán determinantes variables como la estabilidad ambiental y climática. Porque el sexo de los individuos, por ejemplo, depende siempre de la temperatura de incubación y, debido a esto, por un grado más o un grado menos que afecte ese proceso, el sexo en las crías puede cambiar.
—Y se suma a lo anterior que los ciclos reproductivos de los cocodrilos están coordinados con las épocas invernales y de menos lluvias. Por ejemplo: si una temporada de lluvias se adelanta y esto coincide con la postura de los huevos, los caudales van a crecer y esas nidadas se van a inundar y se van a perder—, explica Ana María.
Un Plan en marcha
De todas maneras, aunque el proceso tiene muchas variables en juego, Ana María reconoce que ya se dio el primer paso y se puso el primer grano de arena para el éxito de la recuperación de una especie tan golpeada y que necesitará nuevas liberaciones, que están respaldadas por el ‘Plan de Acción Interinstitucional para la Conservación del Caimán Llanero’, lanzado a finales del año 2022. Dicho documento plantea la consolidación, en los próximos 15 años, de al menos tres poblaciones estables y silvestres del cocodrilo en áreas protegidas, situadas en sitios donde se distribuyó históricamente.
Frente a esto, las liberaciones lideradas por la U. Nacional se han complementado, en años anteriores, con jornadas similares desarrolladas por Rafael Antelo, experto en el cocodrilo, y por la Fundación Palmarito, organización que hoy continúa con su reproducción en el parque Wisirare, ubicado en Orocué (Casanare), y donde se albergan más de 300 individuos de la especie que también deberán ser liberados próximamente.
En total, han llevado a su medio natural a 217 juveniles, a los que se les ha hecho monitoreo en las Reservas de la Sociedad Civil La Aurora, Palmarito, Corozito y Hato Venecia, todas en Casanare; igualmente en el río Cravo Norte (Arauca). Antelo y la Fundación Palmarito también hicieron liberaciones en el río Tomo.
Parte de estos esfuerzos han estado apoyados por el Proyecto Vida Silvestre (PVS)*. A su vez, desde el 2015, la Estación Roberto Franco ha liberado otros 23 ejemplares en los ríos Lozada, Guayabero, Guarrojo y Manacacías, en La Macarena.
Pilar Aguirre, especialista en monitoreo de WCS Colombia, informó que, en todos los casos, a algunos de los cocodrilos liberados se les ha instalado transmisores de radiofrecuencia y telemetría satelital, para seguir sus desplazamientos. Según los seguimientos ya efectuados, y aunque se sabe que los cocodrilos nacieron y se desarrollaron ex situ (fuera de su entorno natural), todo indica que se están comportando normalmente.
Es decir: son caimanes sanos, que, seguramente, son capaces de alimentarse de otros depredadores como las babillas o los peces caribe (pirañas), que, a su vez, y cuando abundan, devoran los alevinos de bagres o cachamas que tienen un valor comercial vital para los pescadores.
Y que también contribuyen a mitigar, en las temporadas de pocas lluvias, que los caños se colmaten, porque, gracias a sus movimientos en el fondo de estos cuerpos de agua, arrastran sedimentos y permiten que sus corrientes se mantengan.
En síntesis, son reptiles sustanciales y vitales para los ecosistemas, que, aparentemente, y luego de muchos años de soledad y de enorme presión, están recibiendo por fin, y para siempre, una segunda oportunidad.
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*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, Fondo Acción y WCS Colombia, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).