Por Javier Silva
La vereda acaba de comenzar un proceso para ser designada como un AICA, lo que la ubicaría como un lugar irremplazable en el mundo para la protección de este grupo de vertebrados. De paso, se transformaría en un escenario propicio para atraer y ejecutar procesos de conservación, públicos o privados, en alianza con la comunidad. Su ubicación geográfica y ser el refugio de más de 500 especies, fortalecen su aspiración.
Entre los habitantes de la vereda El Líbano, del municipio de Orito, en Putumayo, se ha escuchado decir con frecuencia que nadie calculó jamás que las aves que tanto veían en los bosques aledaños a la población, iban a cambiarles la forma en que hoy asumen la vida.
Uno de los tantos que ha insistido en esa idea es Esteban Cuacialpud, un hombre de no más de 40 años que se ganaba la vida cultivando la tierra, pero que hace unos años decidió dejar todo atrás para impulsar el avistamiento de muchas especies como tucanes, águilas o colibríes, las mismas que durante años vio pasar a lo largo de sus caminatas por las montañas cercanas a su casa.
—Poco a poco, la gente comenzó a valorar todos los recursos naturales con los que compartimos nuestro territorio—, explica
Para que esa transformación fuera posible, se desarrollaron capacitaciones y diplomados en conservación y turismo sostenible, que llevaron a decenas de personas del caserío a las aulas, animadas por entender un poco más de aquellos pájaros que llegaban a sus fincas.
Se sumaron otras jornadas de educación ambiental para la protección de los bosques e incluso lecciones de meliponicultura, que buscaban el manejo de abejas nativas sin aguijón para la producción de miel.
Y en medio de todo esto, y para aplicar cada cosa aprendida, fue creado, de paso, el colectivo Gallito de Roca, con la firme intención de promover el aviturismo.
Como telón de fondo, había un hecho que justificaba y respaldaba todo ese entusiasmo: luego de un inventario científico ejecutado en la zona, se pudo saber que en El Líbano pueden verse, al menos, 534 especies de aves, casi una cuarta parte del total de las que existen en Colombia —el país más biodiverso del mundo para esta clase de animales—.
Podría decirse que toda esta biodiversidad cambió positivamente la percepción de la gente hacia su entorno.
Pero, ahora esas mismas personas, con toda esa riqueza biológica como justificación, quieren dar otro paso para seguir transformando su territorio: buscan entonces que la vereda, y algunos terrenos aledaños a ella, sean designados como una Área Importante para la Conservación de las Aves (AICA).
¿Y cuál es la idea?
El proceso para lograr este nombramiento lo está liderando la Asociación Alas Putumayo, con el respaldo del Proyecto Vida Silvestre (PVS)*.
La designación es realmente un programa liderado —y creado— por BirdLife Internacional en 2001. En Colombia es coordinado por la Asociación Calidris—socia de Birdlife—, con el apoyo técnico del Instituto Alexander von Humboldt.
En pocas palabras, cuando un paisaje determinado es designado como un AICA —o se transforma en una de ellas— automáticamente ingresa a una red global de sitios de importancia para la conservación de las aves —en inglés, Important Bird and Biodiversity Areas (IBAs)—, considerados irremplazables y, a la vez, potencialmente vulnerables.
Es una designación con la que, automáticamente, comienzan a surgir, para este lugar, oportunidades que implican la ejecución de estrategias de conservación lideradas por organizaciones gubernamentales o no gubernamentales que proveen fondos.
Las AICAS no son zonas de reserva como por ejemplo los distritos regionales o nacionales de manejo, o como los parques nacionales, entre otras figuras de conservación.
—Pero, al ser designadas, se transforman en escenarios desde los cuales se pueden comenzar a ejecutar estrategias dirigidas a la protección de paisajes de importancia—, dice Yanira Cifuentes, coordinadora del programa AICA en Colombia.
Lo que Yanira quiere decir es que, si un alcalde o una entidad privada planean destinar recursos para trabajar en el cuidado de un paisaje determinado, ya sea regional o nacional, las AICAS aparecen como un lugar ideal para dar los primeros pasos hacia ese objetivo.
Son como un imán que atrae nuevas estrategias y desde el cual los intereses a favor de la protección de ecosistemas específicos pueden apoyarse para crecer o extenderse.
¿El Líbano merece ser un AICA?
Luis Miguel Rengifo, biólogo y ecólogo tropical, así como editor de la más reciente edición del Libro Rojo de Aves de Colombia, opina que la designación de El Líbano como un AICA estaría más que justificada.
—Esa zona tiene una ubicación ideal y un gradiente altitudinal espectacular, desde El Líbano hasta los páramos del Macizo Colombiano—, cuenta.
Suma a esto que los ríos que recorren el sector, entre ellos el Sucio y el Guamuez (este último se origina en la laguna de La Cocha, en Nariño, la más grande de Colombia), han servido —relata Rengifo— como una barrera contra la deforestación, lo que ha permitido que la región mantenga un excelente estado de conservación.
—En un recorrido que hice con amigos hace algunos años, nos bastó caminar por un tiempo para encontramos una pareja de paujiles nocturnos (Nothocrax urumutum)—, agrega.
Este es un suceso excepcional si se tiene en cuenta que, en la década de los 70, del siglo XX, el estadounidense Theodore A. Parker III hizo los primeros estudios formales de la especie. Y el mismo Parker III concluyó, en alguno de sus escritos, que el paujil nocturno era el ave suramericana más difícil de observar. Se entiende así, el valor de aquel avistamiento.
—Es una zona con un valor impresionante, que está cada vez más en el radar de los observadores de aves del mundo; esto la hace interesante porque ya comenzó a generar una dinámica de ingresos complementarios para sus pobladores—, agrega Rengifo.
Él sugiere que la postulación y potencial designación como AICA incluya no solo a El Líbano, sino que comprometa otros espacios clave como el Santuario de Flora Plantas Medicinales Orito Ingi Andi.
Precisamente, frente a esta sugerencia, Vanessa Perdomo, representante de la Asociación Alas Putumayo, aclara que el polígono propuesto para la designación tiene en cuenta a esta reserva nacional natural.
—El área es de lejos merecedora de una designación por su inmensa diversidad. El piedemonte incluye y combina una variedad de aves de zonas bajas y altas, amazónicas y andinas, migratorias y de interés para el turismo—, opina Vanessa.
Pero, a esto se suma la necesidad de cuidar escenarios vulnerables ante la destrucción de los hábitats.
En Colombia hay 128 AICAS; la primera de ellas se creó en el 2002, en Cesar, muy cerca de Valledupar, y se llama Los Besotes.
—Sin embargo, sería muy importante lograr alguna representatividad para esta parte del Putumayo. Además, hacerlo sería muy conveniente para motivar nuevas rutas o alternativas para el aviturismo, diferentes a las que ya se conocen o se promueven desde hace años y que incluyen caminatas desde el predio denominado ‘Isla Escondida’—, agregó Andrés Sierra, biólogo de Alas Putumayo, encargado en estos momentos de recopilar los datos y tramitar los formularios enfocados a lograr la postulación.
Un trámite que vale la pena
La Asociación Calidris y Birdlife publican que si un sitio quiere ser un AICA debe cumplir con, al menos, uno de cuatro criterios principales: el primero es albergar especies globalmente amenazadas (designadas como En Peligro Crítico, En Peligro o Vulnerables por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Y el segundo, tener al menos dos especies de distribución restringida (con un tamaño de área de distribución global inferior o igual a 50.000 kilómetros cuadrados).
El tercer criterio es incluir especies de bioma restringido (confinadas en gran medida o totalmente en la bioregión). Y el cuarto plantea la presencia de congregaciones, es decir, que en un punto geográfico determinado vivan grupos de ejemplares superiores al 1 por ciento de una o más especies de forma regular o predecible.
—De las más de 500 especies registradas en El Líbano, hay al menos 30 que están en alguna categoría de amenaza, dos de ellas son el tinamú negro (Tinamus osgoodi) y la guacamaya andina (Ara militaris). Para nuestro caso, estas especies se denominan detonantes, es decir, su necesidad de protección puede justificar o detonar la designación—, informa Andrés Sierra.
Otro atractivo que ofrece El Líbano es la existencia de una comunidad empoderada, consciente del valor de sus recursos, capacitada y que podría sostener el AICA a largo plazo, incluso, así organizaciones como la Asociación Alas Putumayo o proyectos como el PVS se retiren.
—Una particularidad que tienen todas las AICAS del país es que siempre hay comunidades detrás de cada una de ellas, liderando procesos y estrategias para sostenerlas en el tiempo— concluye Yanira Cifuentes.
¿Cuándo podremos saber si la designación de El Líbano será una realidad? En este momento, Alas Putumayo prepara la entrega de toda la documentación solicitada por Calidris y Birdlife para que el proceso continue.
Los datos exigidos tendrán que ser revisados y aprobados en Colombia y, posteriormente, los tendrá que avalar la oficina regional de Birdlife, situada en Quito (Ecuador). Si estas dos etapas son superadas, la solicitud llegará a la oficina matriz de Birdlife en Cambridge (Reino Unido), que publicará oficialmente una nominación y, posteriormente, la posible designación. Un proceso que demorará, tal vez, todo lo que resta del 2024.
De seguro, toda esta espera valdrá la pena si, al final, este espacio estratégico putumayense logra adquirir un perfil superior y legitimar, con un reconocimiento, su existencia como una potencia natural. En ese momento, como lo piensa Luis Miguel Rengifo, —el trabajo por sostener su valía a lo largo del tiempo apenas habrá comenzado—.
*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, Fondo Acción y WCS Colombia, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).