Por Javier Silva
En el Magdalena Medio suelen ocurrir empozamientos o encallamientos que involucran a ejemplares de la espeicie Trichechus manatus manatus, catalogada En Peligro de extinción, esto último debido al deterioro de las ciénagas y caños donde viven, un hábitat que está afectado por la ganadería, la agricultura y la pesca con trasmallos. Mientras las soluciones para recuperar este escenario natural se organizan y se concretan, la Red de Varamientos de Manatíes del Magdalena Medio, apoyada por alcaldías, corporaciones autónomas y por comunidades locales, sigue en su empeño por auxiliar y salvar la mayor cantidad de individuos.
Hace dos semanas, durante un día de finales de mayo, apareció de repente un grupo de manatíes a orillas del caño Peruétano, en un sector llamado Tres Bocas, de Puerto Wilches (Santander).
La primera persona en detectarlos fue Arquímedes, un habitante sin apellido conocido que miró a lo lejos, desde el patio de su casa, un intenso agitar de aletas, a orillas del caño. Llamó a su esposa, y con ella llegaron sus hijos y algunos vecinos. Entre todos se acercaron y vieron a los animales revolotear entre el fango y el agua, sin entender realmente qué era lo que pasaba.
Difícilmente un manatí se expone por completo en la superficie. Son animales tímidos que prefieren permanecer en el fondo, lejos de cualquier presión. Y solo se arriesgan a darle una mirada al mundo de los humanos para lo estrictamente necesario: respirar o comer algunas plantas.
Pero en ese momento, Arquímedes y su familia estaban viendo a nueve de ellos, al mismo tiempo, todos con medio cuerpo afuera, alborotados, en una lucha frenética por abrirse espacio. Con el paso de los minutos entendieron que los animales no estaban jugando.
Por el contrario, todos los manatíes habían quedado confinados en una pequeña zona, casi seca, donde se tropezaban al moverse y sin la posibilidad de conectar con otros cuerpos de agua. Los expertos definen esta situación como un ‘empozamiento’.
En medio del afán, las comunidades se lanzaron a ayudar. Los primeros en llegar fueron algunos habitantes del corregimiento San José de Los Chorros, del municipio de Rionegro. Ellos enviaron una alerta inicial sobre lo que estaba ocurriendo. Poco a poco, con el paso de las horas y la rapidez del voz o voz, se fueron sumando más pobladores, algunos de otras localidades santandereanas como Campoduro (Puerto Wilches) y El Cerrito (Sabana de Torres).
—Duramos casi una hora y media tratando de llegar al sitio para auxiliarlos, porque las ciénagas y caños suelen perder conexión, y en ciertos momentos del año es muy difícil encontrar fácilmente los accesos —, contó Reinaldo Zapata, presidente de la Junta de Acción Comunal de El Cerrito, uno de los que se unió al trabajo comunitario para salvar a los manatíes.
El acontecimiento tuvo la verificación de la Red de Varamientos de Manatíes del Magdalena Medio, esta última creada para atender las emergencias que involucren al Trinchechus manatus manatus —como se le conoce científicamente al manatí que recorre la región—, y de la cual forman parte la Corporación Autónoma Regional de Santander (CAS) y organizaciones ambientales como Cabildo Verde.
Con el paso de las horas, la angustia inicial se transformó en satisfacción, pues todos los testigos, incluyendo a Arquímedes, observaron que cada uno de los manatíes fue reubicado, sano y salvo, en sitios más hondos.
—Esta vez lo logramos. Pero las amenazas no paran y no sabemos cuántos más estarán en riesgo; todo parece estar cada vez peor para ellos—, advierte Reinaldo.
La sedimentación, el peor obstáculo
Él se refiere al hecho de que las presiones sobre esta especie se han vuelto intensas, al punto de que ya ha sido catalogada como ‘En Peligro’ de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y, a nivel nacional, por la resolución 126 del 2024 del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible.
A la cacería de sus ejemplares que se intensificó durante el siglo XX, y que tenía como justificación el consumo de su carne, se ha sumado, en la última década, la transformación y el secamiento de las ciénagas —su principal hábitat— para introducir cultivos o ganado, principalmente de búfalos, una especie exótica que afecta a las nativas.
Para lograr esto último, muchas zonas de humedales son drenadas, buscando transformarlas en terrenos fértiles. Como consecuencia, toneladas de sedimentos (tierra y vegetación) caen al agua, un hecho que contribuye, día a día, a reducir las profundidades de los acuíferos.
Esto se ha agravado porque, adicionalmente, se han presentado daños en obras de infraestructura encargadas de contener el caudal del río Magdalena, y ahora este se ha filtrado hacia algunas ciénagas, aportando más sedimentos.
Pesca poco responsable
—Otro de los problemas que enfrentan los manatíes es el uso de los trasmallos—, relata Reinaldo. Estos representan mallas gigantes que los pescadores utilizan en los ríos para lograr capturas masivas, y que instalan, con frecuencia, durante largas horas. Cuando los manatíes se mueven de un sitio a otro, buscando alimento, se enredan en ellas y se ahogan.
Se suma la aparición, cada vez más frecuente, de eventos de variabilidad climática, como El Niño (fenómeno que para Colombia representa sequía o reducción de las lluvias), y que han llevado a que esos enormes cuerpos de agua enfrenten disminuciones drásticas en sus niveles.
Katerin Arévalo González, bióloga experta en manatíes de la Fundación Cabildo Verde, y gestora de la Red de Varamientos, explica que, en este sector de Santander, este año han sido reportados y atendidos otros cinco varamientos, una palabra que agrupa a los empozamientos, como el ocurrido en Peruétano, y a los encallamientos, en los que los manatíes quedan expuestos en zonas secas, ya sea por desorientación o por la desaparición del agua.
Esta labor de apoyo y auxilio es respaldada por Cabildo Verde, la CAS, por WCS Colombia, a través del Proyecto Vida Silvestre (PVS), Ecopetrol, la Corporación Autónoma Regional del Centro de Antioquia (Corantioquia) y las alcaldías de Puerto Parra y Sabana de Torres, en Santander, y Simití (sur de Bolívar).
La Red fue lanzada oficialmente en septiembre del año pasado. Pero ya trabajaba, sin ese reconocimiento oficial e institucional, desde el 2011 aproximadamente, precisamente motivada por la encrucijada que hoy atraviesa el futuro del manatí antillano.
Desde ese año, y hasta finales del 2023, atendió 44 emergencias. En todo ese lapso, la Red contabilizó 34 manatíes muertos.
—Uno de los principales aportes de la Red es que, aunque alguno de sus miembros no pueda atender inmediatamente a un manatí que está sufriendo un percance, es capaz de movilizar instituciones y apoyos—, dice Katerin Arévalo.
Ella resalta, por ejemplo, el rescate reciente (hace tres meses, más o menos) de tres manatíes que quedaron empozados entre Puerto Wilches y Aguachica (Cesar), los cuales fueron reubicados.
Los habitantes saben que se pueden apoyar en la Red cuando reconocen que un manatí está en problemas. Basta reportar el hecho al número 322-9838738, que funciona como un 911 o línea de emergencia. Y con fotos o audios, y a través de Whatsapp, comentar las características de cualquier situación.
Integrantes de las comunidades también han sido entrenados e informados sobre cómo deben actuar frente a cualquier circunstancia puntual.
—La Red ha sido una estrategia exitosa, porque hemos tenido el respaldo de muchas entidades de manera permanente; ahora somos más visibles para las gobernaciones y para el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible. Pero, debemos aprender más; no solo nosotros como profesionales. También nos falta llegar y capacitar a muchas comunidades— opina Katerin Arévalo.
La atención es importante. —Pero también debemos darle espacio a la prevención—, reconoce Reinaldo.
Por eso, él se une al llamado de la CAS para que se agilicen los procesos de restauración ecológica y de la ronda hídrica del caño Peruétano, estudiar la posibilidad de crear áreas protegidas que reduzcan el impacto de las actividades productivas y mejorar las condiciones sanitarias de las comunidades locales.
En este sentido, la CAS, la semana pasada, adoptó algunas medidas para regular la ganadería con búfalos.
Ente otras cosas, prohibió la introducción de sustancias sólidas o líquidas a los cuerpos de agua que provengan de esta actividad productiva, y dispuso de un control de vertimientos. Adicionalmente, indicó que se debe respetar una franja de al menos 30 metros a lo largo de ríos y lagos, y donde no será permitida la presencia del ganado.
La entidad advirtió que hará vigilancia sobre la delimitación de los predios, de las cercas, controlará la presencia de animales en cuerpos de agua y comprobará si las fincas están ubicadas según las directrices de los Planes de Ordenamiento Territorial (POT) de los municipios. Habrá sanciones para los infractores.
—Necesitamos acciones muy rápidas— comenta Reinaldo. —Pero mientras esos correctivos se consolidan— agrega — con poco o mucho, y a pesar de las dificultades económicas y logísticas, los manatíes siempre serán muy importantes para nosotros y seguiremos ayudándolos. Hacen parte de nuestra vida, que, en parte, se sustenta en ellos—.
*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, Fondo Acción y WCS Colombia, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).