Ejercicios de investigación biológica en sectores muy específicos de la cuenca del río Saldaña, identificaron, recientemente, 340 especies de aves y, al menos, 18 mamíferos. Se comprobó la presencia de felinos como el yaguarundí y se ratificó que la zona es el hogar del oso andino, la danta y el puma. Estos resultados preliminares serán la base para el diseño de nuevas estrategias de conservación en la región.
Por Germán Bernal
Datos recopilados por la plataforma ‘Biodiversidad Tolima en Cifras’, que forma parte del Sistema de Información sobre Biodiversidad de Colombia (SiB Colombia), señalan que el Tolima ocupa el décimo cuarto lugar entre los departamentos más biodiversos del país. Según sus cálculos, en la región habría 8.637 especies de flora y fauna.
Y la misma plataforma se atreve a explicar que esa cifra podría ser cinco veces mayor (46.508 especies) de haber nuevas y más investigaciones que amplíen el conocimiento sobre los recursos biológicos de la región.
Precisamente, la alianza Río Saldaña – Una Cuenca de Vida* ha realizado dos inventarios biológicos en el sur del Tolima destinados a identificar y a estudiar las especies que están asociadas a los ecosistemas de alta montaña, específicamente en las subcuencas de los ríos Amoyá, Cucuana y Siquila, que se encuentran en zonas colindantes con los Parques Nacionales Naturales Las Hermosas y Nevado del Huila.
Lina Caro, Coordinadora de Paisajes Sostenibles en WCS, explica que esas caracterizaciones se apoyaron en los registros de algunas Reservas Naturales de la Sociedad Civil (RNSC) y permitieron identificar 230 especies de aves en inmediaciones del río Amoyá y 110 en lo que respecta al municipio de Roncesvalles.
“Sin duda, hay muchas más que no alcanzamos a registrar en esos dos momentos, pero estos hallazgos son importantes, porque nos hablan de la riqueza natural existente”, añade.
El trabajo se complementó con la instalación de 32 cámaras trampa que ratificaron la presencia de 18 mamíferos diferentes, algunos muy conocidos como el armadillo (Dasypus novemcinctus), el conejo (Sylvilagus andinus) o la zarigueya (Didelphis marsupialis). Pero, también se vieron otros menos frecuentes, como el puma (Puma concolor), el yaguarundí (Herpailurus yagouaroundi) o el ocelote (Leopardus pardalis).
Las imágenes mostraron igualmente al oso andino (Tremarctos ornatus) que, para sobrevivir, requiere dominar extensos bosques donde pueda encontrar alimento. Gracias a su rol como dispersor de semillas, ayuda a la sostenibilidad de los ecosistemas altoandinos. Por eso mismo, es considerada una especie sombrilla, ya que al conservar su hábitat se benefician, de paso, muchas otras especies con las que lo comparte.
Se detectó incluso al pato de torrentes (Merganetta armata), cuya existencia en ríos y quebradas solo es posible si las condiciones fisicoquímicas del agua son óptimas (esto incluye organismos como los macroinvertebrados acuáticos, vitales para su dieta).
William Bravo, especialista en restauración en WCS, destaca que el trabajo desarrollado se concentró, principalmente, en una franja que va, más o menos, desde los 2.000 hasta los 3.000 metros sobre el nivel del mar.
“Estos territorios albergan una gran cantidad de vegetación, incluyendo especies como el cedro de montaña (Cedrela montana) o el siete cueros (Andesanthus lepidotus), que enriquecen estos bosques y son fundamentales para la vida silvestre”.
La rica biodiversidad que este departamento presenta se debe, en gran medida, a que “hay identificados 7 orobiomas”, explica el licenciado en biología y química, Luis Fernando Poveda, apasionado investigador de la riqueza natural y profesional especializado en Gestión Integral de la Biodiversidad en la Corporación Autónoma Regional del Tolima (Cortolima).
Los orobiomas se definen por la presencia de montañas que influyen en las condiciones hídricas y en las características de la vegetación, dependiendo de la altitud y la temperatura.
Esto, según la franja altitudinal, se traduce en diferentes ecosistemas: páramos, humedales, bosques secos tropicales y bosques altoandinos; cada uno generando un gran mosaico de flora y fauna.
El valor de las especies endémicas
Lina Caro agrega que con estos hallazgos se ratifica la buena salud de los ecosistemas, un hecho esencial, porque de ellos depende la supervivencia humana.
“El agua que bebemos, el aire limpio, todo proviene de allí. Es un delicado y frágil balance que cualquier cambio puede alterar generando consecuencias significativas”.
Precisamente, por amenazas y presiones humanas es que especies como el cedro negro (Juglans neotropica), el cacao de indio (Zamia Tolimensis), la danta de páramo (Tapirus pinchaque), el águila crestada (Spizaetus isidori) y la tórtola caminera tolimense (Leptotila conoveri) —todas ellas habituales en el sur del Tolima—, figuran como En Peligro (EN) en la lista de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
“El hecho de que estas plantas y estos animales habiten en esos bosques andinos, es un indicador de su buen estado. Pero a la vez, nos habla sobre la importancia de diseñar estrategias de protección que permitan su permanencia y recuperación”, concluye Lina.
Un punto aún más relevante en todo este panorama tiene que ver con el avistamiento de algunas especies endémicas, es decir, aquellas que solo habitan en nuestro país.
Un ejemplo de ello es el loro orejiamarillo (Ognorhynchus icterotis), que se encuentra en estado Vulnerable y vive exclusivamente en ciertos puntos de los Andes colombianos.
Hay otra especie única llamada científicamente Miconia lorenaensis. Ésta fue descubierta por la alianza, y hasta el momento se sabe que sólo habita en dos predios de la subcuenca del río Amoyá (en ningún otro lugar ha sido hallada).
En relación con las aves, se estima que, de las 340 especies reportadas, 11 son endémicas y 18 migratorias, otro factor que despierta gran interés por esos bosques.
Javier Valbuena, biólogo y profesional de monitoreo en WCS, opina que estos inventarios biológicos permiten saber, con total certeza, qué especies están presentes. “Incluso, aunque no podamos medir su abundancia, confirmamos que están allí. Conocer las condiciones y la composición de estos ecosistemas andinos no solo es deseable desde el punto de vista científico; adicionalmente, fortalece el sentido de pertenencia hacia la región”.
Finalmente, el licenciado Luis Fernando Poveda sintetiza, en una sola frase, su mirada sobre la importancia de este trabajo: “si usted no conoce, difícilmente podrá querer o amar algo, y si usted no quiere y no ama, no defiende. Solo cuando conocemos, amamos y queremos, es que podemos defender, verdaderamente, nuestro territorio”.
* Río Saldaña – Una cuenca de Vida es una alianza público-privada entre Parques Nacionales Naturales de Colombia, Cortolima, Fundación Grupo Argos, Concretos Argos, y WCS, con el apoyo de Fundación Franklinia