El grupo de Padres Adoptivos de la especie, que tiene sede en esta vereda de Cravo Norte (Arauca), completó tres años trabajando voluntariamente por la protección de esta tortuga, catalogada como ‘En Peligro’ de extinción. En los primeros cuatro meses de este año, durante el desove que las hembras realizaron en las playas del río Meta, 224 nidos fueron reportados y monitoreados por sus integrantes.
Por Javier Silva
Hace cuatro meses, Germán Jerónimo Navas terminó de monitorear las playas que dejó al descubierto el río Meta, entre Arauca y Vichada —más exactamente en la vereda La Virgen, del municipio de Cravo Norte— donde las charapas adultas pusieron sus huevos y de los cuales eclosionaron cientos de tortuguillos.
Ha pasado el tiempo y, por eso, él sabe que dentro de otros cuatro meses volverá a hacerlo; caminará otra vez por las orillas del caudal para identificar nuevos nidos.
Podría decirse entonces que una parte de la vida de Germán ha quedado hoy marcada y dividida: entre lo que significó haber sido un Padre Adoptivo de la tortuga de río más grande de Suramérica, a comienzos de este año, y sus expectativas por volver a ejercer esta labor a partir de enero del 2025, de la cual se siente satisfecho, orgulloso y, con el paso de los días, ilusionado.
—Antes yo veía a las charapas y las protegía; en realidad nunca fueron indiferentes para mí. Claro que desde que me integré al grupo de Padres Adoptivos, siento que he trabajado más fuerte por su cuidado; pero lo mejor ha sido que he aprendido mucho sobre ellas—, explica.
Con una nueva temporada aproximándose, Germán piensa que uno de los objetivos que se ha trazado será seguir haciendo consciencia entre los habitantes de la región sobre la importancia de esta tortuga, cuyas poblaciones, en su zona de distribución, disminuyeron drásticamente, hasta el punto de haber sido catalogada como En Peligro Crítico de extinción, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
El grupo de Padres Adoptivos es, precisamente, y como lo sugiere Germán, una apuesta del Proyecto Vida Silvestre (PVS)* para establecer indefinidamente, entre otros propósitos, una estrategia de protección, en alianza con la comunidad, de los ejemplares que aún recorren este sector de la Orinoquia.
La charapa (Podocnemis expansa), más allá de ser una especie emblemática de esta región, resulta trascendental para los ecosistemas, porque transporta frutos y semillas a lo largo de los ríos, actividad con la que ayuda a renovar su flora asociada y a sostener parte de la estabilidad de ciertos hábitats. Es determinante, además, como alimento para aves, bagres, zorros, jaguares o caimanes, que también son clave en el equilibro ambiental.
Tres años de voluntariado
Desde enero, y aprovechando la temporada seca o de pocas lluvias, las charapas comenzaron a salir del río —donde pasan gran parte del año—para desovar. Fue en ese momento cuando Germán y el resto de los Padres Adoptivos, integrados por representantes de 10 familias, entraron en acción.
Años atrás, entre 2015 y 2021, se les entregaba un reconocimiento en dinero por cuidar a las tortugas. Sin embargo, desde el 2022 se hizo un acuerdo para transformar este monitoreo comunitario en un ejercicio estrictamente voluntario. Las personas que quisieron seguir integrando el grupo de Padres, firmaron en su momento acuerdos de conservación y recibieron la información científica sobre las charapas.
Y motivados por un compromiso ambiental, y acompañados y asesorados por profesionales de WCS Colombia, cada uno de esos voluntarios verificó, durante unos 8 días al mes, entre el amanecer y hasta las 9 o 10 de la mañana en promedio, cada uno de los nidos, algunos de ellos construidos varios días atrás —o como resultado de posturas anteriores— y otros recién excavados por las tortugas. A todos se les hizo seguimiento hasta que nacieron los tortuguillos, alumbramientos que se produjeron, aproximadamente, dos meses después de cada postura.
Antes de comenzar esta labor, los Padres Adoptivos fueron capacitados para manejar un dispositivo GPS para señalar la ubicación de los nidos, esto para no tener la necesidad de marcarlos a través de estacas u otras señales, las cuales pueden dejar la nidada expuesta o a la vista. En total, y durante toda la temporada, ellos cubrieron unos 40 kilómetros de terrenos distribuidos a lo largo de 19 playas, las cuales fueron distribuidas en tres áreas identificadas como ‘Alta’, ‘Baja’ y ‘Manatí’ (esta última en límites con el corregimiento de Nueva Antioquia, en el Vichada).
Germán, por ejemplo, quien caminó la parte ‘Alta’, dice que su grupo pudo contabilizar allí cerca de 90 nidos. Es una cifra sensata, teniendo en cuenta que, según Mauricio Correa, biólogo de WCS, en los cuatro meses de monitoreo se identificaron oficialmente, y en toda la zona demarcada, 224 nidos.
Los Padres Adoptivos, como Leina o Germán, recorrieron cerca de 40 kilómetros de playas, para monitorear los nidos de las charapas
Sin embargo, esta cifra seguramente pudo ser mayor, teniendo en cuenta que algunas tortugas pudieron desovar sin ser detectadas. En esto coincide Leina Marta Reuto, una de las integrantes más activas del grupo de Padres Adoptivos, quien adicionalmente explicó que este año el río Meta aumentó su caudal repentinamente, cuando todavía algunas tortugas estaban desovando. Esto habría implicado la inundación y la pérdida de un número indeterminado de nidos.
El monitoreo identificó que las tortugas comenzaron a poner sus huevos el 8 de enero y terminaron el 6 de marzo, esto dentro del sector reconocido, por la misma comunidad de la Virgen, como ‘el área de cuidado de la charapa’.
No hay registros buenos o malos
Mauricio Correa comenta que estas cifras o registros no pueden analizarse en términos de mejores o peores nidadas, o de buenas o malas temporadas. Para explicarlo, pone un ejemplo:
—En 2019 se reportaron casi 2500 nidos. Pero, que este año solo se hayan identificado 224, no quiere decir que las poblaciones de la tortugas se redujeron o tuvieron un cambio—, dice.
—Ellas responden y se comportan con base en dinámicas naturales, por eso no podemos hablar en términos absolutos de años superiores o inferiores, y tampoco es posible compararlos. Entre otras cosas, se sabe que muchas de las tortugas que llegan al sector de Arauca en un determinado año, tal vez no regresen o busquen otros lugares para reproducirse—, agregó.
Incluso, playas que tal vez se han formado durante muchos años, pueden ser borradas o anegadas por el avance del caudal del río, cambios que también pueden influir en el comportamiento de la fauna.
Mauricio Correa opina que lo importante en este caso es que la comunidad sigue demostrando que está cada vez más comprometida con la conservación y quiere verse y hacer parte de un área geográfica de protección para la charapa.
Incluso, algunos de sus miembros han manifestado que quieren comenzar a recorrer el camino para denominarse como una OMEC (Otra Medida Efectiva de Conservación Basada en Área), término que se entiende como un área específica —que no es una zona protegida— en la cual una comunidad desarrolla una gestión del territorio enfocada a lograr resultados positivos y sostenidos, a largo plazo, para la conservación de la biodiversidad. Este proceso, el cual toma tiempo y debe ser avalado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, ya fue puesto en marcha por los habitantes de la vereda.
Germán, quien se desempeña como monitor escolar en La Virgen, cree que todos estos avances son necesarios, además, para evitar saqueos de nidos y crear un diálogo más estricto con residentes que han llegado recientemente a la zona y no tienen toda la información a la mano sobre el trabajo de preservación que se ejecuta.
Y para involucrar en todos estos esfuerzos de preservación a los pescadores, quienes tienen mucho contacto con las tortugas.
—Durante las faenas de pesca ellos deberían cuidar a las charapas. Si esto fuera posible siempre —agrega Germán— La Virgen y sus alrededores serían el verdadero paraíso para estas tortugas, que, aún en medio de las dificultades, seguimos reconociendo como propias—.
*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, Fondo Acción y WCS Colombia, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).