En los tres paisajes fueron instaladas 256 cámaras trampa, que tomaron un millón 859 mil 286 fotos. Con ellas y la inteligencia artificial desarrollada a través de un software, un grupo de biólogos identificó la presencia de 138 especies. Ahora, se podrán saber las áreas que ellas ocupan, determinar si sus poblaciones han aumentado e identificar los patrones de actividad de cada una.
Panthera onca - jaguar. Fue visto en Putumayo y en el Magdalena Medio.
Por Javier Silva
Hace unos meses, Johanna Africano, una joven graduada en gestión ambiental y de servicios públicos, de la Universidad Distrital, en Bogotá, contaba lo orgullosa que se sentía al haber participado voluntariamente en la instalación de un grupo de cámaras trampa en la vereda El Líbano, del municipio de Orito (Putumayo).
Con ellas, el Proyecto Vida Silvestre (PVS) comenzaba un monitoreo de fauna en sitios estratégicos de este caserío, incluyendo, especialmente, la zona de influencia del Santuario de Flora Plantas Medicinales Orito Ingi Ande.
Johanna contó en su momento que fue la única mujer que participó en esa labor, desarrollada desde a finales del año 2023 y hasta marzo del 2024.
—Logramos instalar 12 cámaras. Y otras 9 personas, algunas de ellas integrantes de la comunidad, instalaron 48 más—, explicó.
Dijo además que ella y sus compañeros de expedición aprendieron a tolerar jornadas que los obligaban a caminar durante cuatro o cinco horas y a enfrentar días de lluvia o de sol intenso, todo esto con tal de dejar los equipos en funcionamiento.
Las cámaras trampa logran imágenes cada vez que uno o varios animales se acercan o pasan muy cerca de su lente. Como permanecen activas durante uno o dos meses —generalmente atadas a los troncos de árboles adultos—, pueden obtener tomas de decenas de animales.
Jaguares y roedores
En julio pasado, cuando Johanna relató su experiencia, era muy pronto para tener conclusiones claras sobre la información que los equipos habían recopilado.
Sin embargo, recientemente se obtuvieron los primeros resultados oficiales de este seguimiento a la fauna nativa de este sector del piedemonte andino amazónico, y para otras áreas del Magdalena Medio y Llanos Orientales, los otros dos paisajes en los que el PVS hace presencia y en los que replicó este trabajo de monitoreo.
En El Líbano, finalmente, las 60 cámaras trampa pudieron tomar 16 mil 758 imágenes. De ese total, 4023 ofrecieron registros de vida silvestre, con los cuales se reseñaron 41 especies.
La guagua o lapa (Cuniculus paca) fue una de las especies más reportadas.
La especie más fotografiada fue la conocida científicamente como Cuniculus paca, que corresponde a un roedor grande —su cuerpo puede alcanzar los 70 centímetros de largo y los 35 centímetros de alto— que se distribuye ampliamente entre Centroamérica y Suramérica. Es llamado a través de muchos nombres comunes, según el país en el que se refugia. En Colombia, por ejemplo, le dicen guagua o lapa.
Otras especies fotografiadas con mucha frecuencia por las cámaras trampa en esta parte del piedemonte putumayense fueron el agutí negro o picure (Dasyprocta fuliginosa) —otro roedor que se distribuye por Centroamérica y que incluso se ve en Brasil—, el armadillo de nueve bandas (Dasypus novemcinctus) y un ave del género de los tinamús, conocida como Tinamus mayor.
Igualmente, hubo registros de puma (Puma concolor) jaguar (Panthera onca) y tigrillo (Leopardus).
En las tierras bajas de la danta
En la Orinoquia, el monitoreo se concentró en un sector de la cuenca del río Bita, muy cercano al cauce, porque allí había mayor disponibilidad de alimento y áreas de refugio.
Juan Camilo Largo, uno de los biólogos encargado de hacer el trabajo en esta región, explicó que se instalaron 132 cámaras —casi 8 por día en diferentes cuadrantes o áreas de monitoreo—, lo que implicó hacer recorridos continuos durante tres semanas, entre el 5 y el 24 de febrero de 2024. La recolección de las cámaras comenzó el 19 de marzo.
En ese punto de la geografía colombiana, 66 de las cámaras funcionaron con la tecnología tradicional, en la que cada una de ellas tomó una foto cuando detectó la presencia de un animal en movimiento. Pero, además, otras 66 aplicaron una metodología diferente: tomaron fotos cada minuto y sin pausa durante los 45 días de seguimiento programados, lo que les permitió registrar animales en un rango más amplio e independientemente de que no estuvieran muy cerca.
Aunque en esta parte de los Llanos Orientales las cámaras tomaron un millón 816 mil 393 fotos, en 21 mil 804 de estas se pueden ver imágenes de vida silvestre. Y se identificaron 68 especies.
El paujil culicolorado (Mitu tomentosum) fue la más observada, seguida del pecarí barbiblanco (Tayassu pecari), el agutí negro (Dasyprocta fuliginosa) y la paca común o guagua (Cuniculus paca), la misma que fue encontrada en Putumayo.
Y como era previsible, la quinta especie más detectada fue la danta de tierras bajas (Tapirus terrestris), un animal que la región quiere proteger, a tal punto que decenas de finqueros se han unido para destinar áreas de sus predios a la conservación, con las cuales se consolide un corredor biológico para su protección.
Pumas, ocelotes y tayras
Finalmente, en Magdalena Medio, entre marzo y mayo de este año, se instalaron 64 cámaras en terrenos de Yondó (Antioquia) y Cimitarra y Puerto Parra (Santander), que permitieron tomar 26 mil 135 fotos. De ellas, 3404 tuvieron registros de fauna apropiados y fueron reconocidas 29 especies.
El ñeque fue el más visto (Dasyprocta punctata), seguido de la paca común (Cuniculus paca), usual también en los paisajes ya comentados. Seguidas del mono cariblanco (Cebus versicolor) y del pecarí de collar (Pecari tajacu).
Hubo 97 fotografías de jaguar, lo que no quiere decir estrictamente que haya 97 jaguares diferentes merodeando, sino un número indeterminado de ejemplares de Panthera onca que fueron registrados en 97 ocasiones.
Leopardus pardalis - ocelote. Fotografiado por una cámara trampa en el Magdalena Medio.
Así mismo, se lograron 72 imágenes de pumas, 52 de ocelotes (Leopardus pardalis) y 18 de la tayra, tolomuco o hurón mayor (Eira barbara), entre otros.
En el proceso de identificación de las fotografías participaron profesionales en diferentes áreas, apoyados por estudiantes de biología de la Universidad Javeriana. Y para sacar conclusiones, todos ellos se apoyaron en el software Wildlife Insights, que trabaja con inteligencia artificial.
¿Y cómo usan sus hábitats?
María del Pilar Aguirre, especialista en Monitoreo de WCS Colombia, señala que antes del uso de Wildlife Insights, los integrantes de la parte técnica del proceso son los que organizan y definen las estaciones o lugares de muestreo, las fechas de instalación y de desinstalación de las cámaras, datos que se van marcando y se incluyen en otro programa especializado llamado Kobo Toolbox.
Cuando toda la información de campo se ha recogido y reunido allí, es en ese momento cuando se traslada a Wildlife Insights para su análisis. Esto ahorra mucho tiempo, ya que no es necesario revisar en detalle cada imagen manualmente, lo que tomaría tal vez años.
Es en este momento cuando la inteligencia artificial ayuda a clasificar la información, a diseñar gráficos y estadísticas sobre la fauna que se ha revelado. Incluso, y si se quisiera, a través de Wildlife Insights se podrían compartir datos con otros investigadores y otras instituciones, y realizar proyectos colaborativos a mayor escala geográfica.
A develar cómo están usando el territorio
A partir de ahora, y con millones de fotos a la mano, aparecen cada vez más retos. Por ejemplo: saber con certeza la probabilidad de ocupación en una región determinada de una o más especies. O si sus ubicaciones han cambiado. También, si una de ellas vive en un sitio diferente al que fue analizado o identificado por las cámaras.
—Puede pasar también que un ave o un mamífero que esperábamos ver y que sabíamos que estaba en una zona específica, no haya sido detectado suficientemente—, comenta María del Pilar.
Para esto último, se deberá analizar, por consiguiente, esa probabilidad de detección y ocupación, teniendo en cuenta, por ejemplo, el tipo de hábitat, la composición del paisaje, incluso la fase lunar o el nivel de perturbación humana. O si la presencia de tensionantes, como una alta tasa de deforestación, hayan causado ese resultado para cada especie.
Y será necesario comprobar si, a pesar de no haber aparecido en la abundancia calculada, es una especie que está en un buen estado de conservación.
—Lo más importante es que con estos registros, y sabiendo qué animales están en los paisajes estudiados— agrega María del Pilar Aguirre—, vamos a poder hacer un análisis que dirá cómo esas especies están usando los territorios.
Las fototrampas registraron a esta pareja de pumas. Esta especie de mamífero es conocida científicamente como Puma concolor.
*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, Fondo Acción y WCS Colombia, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).
El PVS reconoce el trabajo de profesionales que efectuaron este monitoreo y la labor logística de habitantes locales que apoyaron su desarrollo: Juan Pablo Sánchez, Camilo Barreto Díaz, Eduardo Mafiol, Marceliano Ortiz, Carlos Salgado y Emanuel Salgado, en el Magdalena Medio; Lina Patricia Henao, Juan Camilo Largo, Miguel Hernández y Elkin Vera, en los Llanos Orientales, y Luis Eduardo Rojas, Derian Córdoba, Luis Acosta, Jhonatan Riascos, Manuel Cuacialpud, Mauricio Cuacialpud, José Guerrero, Gustavo Revelo, René Revelo y Johanna Africano, en Putumayo. Y agradece a María Camila Freyre, Samuel Morales Romero, Luisa María Muñoz Castellanos y Angelín Loaiza Pulido, pasantes de la Universidad Javeriana, de Cali, quienes contribuyeron a la rectificación e identificación de fotografías.