A los ya conocidos problemas que aquejan al felino más grande de América, como la deforestación de sus selvas y la matanza de ejemplares por retaliación en zonas rurales, se están sumando el tráfico ilegal de sus dientes y sus huesos, así como los incendios provocados en aquellos sitios de la Amazonia donde el animal vive y se desplaza. Estas candelas son promovidas por quienes acaparan tierras o amplían extensiones agrícolas o ganaderas. El ecoturismo y la creación de áreas protegidas se plantean como opciones para recuperar el futuro del ‘rey de nuestras selvas’.
Por Javier Silva
El futuro de la Panthera onca, como se le conoce al jaguar científicamente, pareciera determinado por dos fuerzas contrarias que se distribuyen desde México y hasta Argentina, área de distribución para este carnívoro: una presión injusta que lo acorrala, lo lleva hasta el abismo y pareciera estar a punto de arrojarlo al vacío, y aquellos esfuerzos que empujan en sentido contrario, para rescatarlo.
Sobran los ejemplos. En Bolivia, a mediados de este año, un fiscal de ese país, asentado en el departamento del Beni, abrió una investigación cuando dos mujeres, a las que identificó como Roxana R. y Katherine N., de 54 y 29 años, que estaban promocionando por Facebook la venta de nueve colmillos de jaguar. No se estableció de cuántos ejemplares fueron extraídas esas piezas.
A través de esa red social, ellas publicaron que iban a estar en la plaza del Aviador, de la ciudad de Trinidad, la capital del Beni, esperando a cualquier comprador interesado en adquirir esas partes. La Policía se anticipó a sus clientes y Roxana y Katherine fueron capturadas.
Simultáneamente, pero en Colombia, dentro de la finca La Cristalina, situada muy cerca de Puerto Carreño, en Vichada, Elkin Vera también estaba pensando en un jaguar.
Pero su plan tenía otro objetivo: consolidar el funcionamiento de un sistema de abastecimiento de agua para su ganado, al cual las vacas pudieran acudir de forma segura y sin tener que desplazarse hasta una quebrada, trayecto en el que podrían encontrarse con el felino.
—Yo quiero al jaguar, pero lo quiero lejos, vivo, dentro de la sabana, no merodeando o buscando conflictos—, dice Elkin.
En conclusión: muchas opciones o alternativas impulsan la vida del ‘rey de nuestras selvas’, pero, decenas de amenazas, que impiden la estabilidad de sus poblaciones, se consolidan en contra del ‘guardián del conocimiento’, como es conocido el jaguar entre los indígenas arhuacos.
Nuevas amenazas
Hoy, tal vez su principal rival —o una de esas máximas presiones negativas que resiste— es la pérdida de su hábitat, liderada por la deforestación, y que tiene como principal motivación la ampliación de la agricultura y de la ganadería.
Se calcula que por la influencia de esos tensionantes, los jaguares han perdido más del 51 por ciento de su área de distribución histórica. Y aunque para la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) aún no está amenazado de extinción, en Colombia, las poblaciones ubicadas en el complejo Paramillo-San Lucas, la Sierra Nevada de Santa Marta, el Complejo Serranía del Perijá-Catatumbo y el Chocó Biogeográfico, se enfrentan a una situación ambiental muy compleja.
Viven mejor aquellos que se refugian en la Amazonía. Sin embargo, en parte de esta selva extendida por Brasil —el mayor bastión del jaguar en el continente— pero también en el Amazonas colombiano, hay minería agresiva, tala selectiva y colonización y fuegos creados por los humanos
Igualmente, está el acaparamiento de tierras, que no es más que la tala de enormes porciones de selva, para, posteriormente, darles una apariencia de legalidad con la introducción de ganado o la apertura fraudulenta de carreteras que pretenden ser conectadas con centros poblados.
Esto se transforma, a su vez, en un círculo perverso que promueve la llegada de más colonos, más cazadores y nuevas prácticas ilegales, como la extracción de madera. Y que no solo produce la muerte de muchas otras especies de fauna y flora, sino, además, reduce el territorio que el jaguar usa para vivir y desplazarse.
Recientemente, y para hacer aún más complejo este panorama, han surgido dos nuevas amenazas. La primera son los incendios de grandes porciones de selva provocados por delincuentes que buscan abrir áreas productivas, y que causan muchas muertes o el desplazamiento de los jaguares, al igual que el de las presas que son su alimento.
—Esto último ha sido muy común hace meses en Brasil y Bolivia. Primero, intervienen el bosque y se extraen las maderas que tienen valor comercial. Luego, queman y arrasan. Posteriormente, introducen ganado y comienzan a cazar jaguares, con la excusa de que están defendiendo al nuevo ganado de la presencia del felino—, explica Esteban Payán, líder de Grandes Felinos de Wildlife Conservation Society (WCS).
Y la otra nueva amenaza es el comercio de sus partes. Aquel caso que involucró a dos mujeres en el departamento del Beni, en Bolivia, no es aislado. Las autoridades registran decenas de hechos en los que se han tratado de comprar y vender dientes, así como una pasta que surge de triturar y hervir sus huesos. Son transacciones que se alimentan también desde Surinam y Belice y que tienen como sustento una demanda de esos subproductos desde China.
—Incluso, los fuegos provocados a gran escala por desconocidos producen daños de enorme magnitud y matan a cientos de ejemplares de anfibios o reptiles—, agrega Esteban Payán.
En 2020, los megaincendios en el Pantanal brasileño quemaron el 43 por ciento de su área y produjeron una mortalidad masiva de fauna silvestre. Y especies como ocelotes, pecaríes, armadillos gigantes, ciervos rojos (Mazama americana) y tapires (Tapirus terrestris), mostraron una disminución en su ocupación después de esas quemas, según una investigación publicada el 24 de abril de este año en el portal Global Change Biology.
Lamentablemente, en algunos países suramericanos donde también se desarrollan estas prácticas, como en Surinam —estado que perteneció al reino de Países Bajos hasta 1975, también llamado en su momento la Guyana Neerlandesa—, la capacidad estatal es mínima para detener ese tráfico, legalizar capturas o judicializar a los responsables.
Aunque en Colombia —dice Esteban— se percibe una tendencia hacia la conservación del jaguar y una consciencia mayor hacia su protección, especialmente en lugares específicos como el Hato La Aurora (en Casanare), las presiones no han cedido al ritmo que se esperaba.
—Por mencionar dos casos: en vista de esas presiones, la mitad del Meta ya no tiene jaguares, solo pumas. Y en el Amazonas también hay un ingreso de colonizadores que está impactando los bordes de escenarios naturales muy importantes, llegando, incluso, muy cerca del Parque Nacional Chiribiquete—, explica Esteban.
Tal vez otro de los hechos que producen más muertes de jaguares es el conflicto con los humanos. Y esto ocurre porque para sobrevivir, ellos necesitan comer presas, entre las que figuran pecaríes de labio blanco, tortugas o chigüiros.
Un felino hambriento y sin refugio, entonces debe comenzar a recorrer sitios inusuales, en caminatas en las que suelen toparse con predios pecuarios donde, a veces, no tienen otra opción que atacar terneros, perros, caballos o gallinas. Y allí nace el nerviosismo entre los dueños de esos animales, muchos de los cuales no ven otra opción que salir a cazar a ese jaguar que ha perjudicado su patrimonio.
Eventualmente, hay finqueros que pueden reponer al animal atacado y seguir adelante. Pero hay otros que con el solo hecho de que un ternero sea devorado, pueden perder los ahorros de muchos años.
Nuevas oportunidades
En este contexto, surge una de las tantas oportunidades que trata de revertir toda esta historia y favorecer la supervivencia del gato más grande de América.
En la vereda El Líbano, de Orito (Putumayo), en pleno piedemonte andino amazónico; en Puerto Parra y Cimitarra (Santander) y en Yondó (Antioquia), dentro del Magdalena Medio; y en sectores de Puerto Carreño, Vichada (en la cuenca del río Bita), un grupo de propietarios se han reunido para aplicar estrategias más ordenadas y sostenibles en sus fincas, que de paso protejan los hábitats naturales y reduzcan el contacto con el jaguar, incluyendo también a pumas y tigrillos. Todo lo anterior, con el apoyo de profesionales de WCS Colombia, en el marco del Proyecto Vida Silvestre (PVS)*.
En El Líbano se han instalado corrales para gallinas y cercas eléctricas —los primeros para confinar las aves y evitar que lleguen a zonas de tránsito del jaguar; y las cercas, con el fin de resguardar ejemplares de mayor tamaño, principalmente de noche—. Esto se ha complementado con procesos de restauración de porciones de bosques que en un pasado fueron dedicadas a la ganadería y a algunos cultivos.
Además de consolidar un hábitat sano para el jaguar, esta iniciativa promueve el mantenimiento de áreas en buen estado de conservación, que respalden la presencia de primates, tigrillos y cientos de aves. Hasta el momento, en los 20 predios de las familias beneficiadas para este lugar, se han sembrado más de 25 mil plantas nativas, en más de 40 hectáreas.
En el Magdalena Medio, por su parte, se dio prioridad a otros 12 predios, cinco de los cuales han registrado ataques de felinos. Otros siete no han reportado incidentes, pero el manejo ganadero no es el más adecuado y podrían sufrirlos.
En esta última región hay una intensa deforestación y secamiento de humedales para sembrar monocultivos, para introducir ganadería con búfalos y, en general, para ampliar los hatos y lograr que las reses tengan un mayor espacio donde alimentarse.
Laura Jaimes, especialista en mamíferos de WCS Colombia, cuenta que ella lidera en equipo con Ernesto Ome, especialista en Iniciativas Productivas de esa misma organización, un acompañamiento que busca mejorar la productividad de las fincas, lo que incluye el manejo y la adecuación de corrales y potreros para que el ganado no esté suelto en lugares de alto riesgo.
Y, dependiendo del espacio, se promueve la rotación en el pastoreo, de tal forma que mientras las reses están comiendo en un sector, el pasto está creciendo en otro; esto evita que la tala avance a zonas de bosque y afecte los lugares donde las especies silvestres se refugian.
—Esos bosques se irán transformando en refugio de ‘animales de monte’, que a su vez servirán como presas o alimento para el jaguar. Hemos podido observar que cuando el jaguar tiene presas, se aleja de los humanos, no hace daños y mejora la coexistencia con las comunidades—, explica Laura.
También se han entregado 20 kits con linternas, parlantes portátiles (que incluyen grabaciones de voces de personas) y luces que se activan con el movimiento y que simulan sonidos, todo esto para ser instalados alrededor de los sitios donde suelen confinarse a los animales domésticos y de esta forma ahuyentar a los felinos.
Y se han construido cercas vivas para demarcar los potreros, aportando así más árboles y más sombra que suman a la formación de corredores biológicos.
En los Llanos Orientales ya funcionan tres acueductos ganaderos, para que las vacas no vayan al agua, sino el agua vaya hacia ellas y eviten el riesgo de acercarse a lugares donde es más probable un encuentro con los depredadores. Elkin Vera construyó uno de ellos, instalando una bomba solar, que extrae agua de un pozo profundo.
De esta forma, el líquido es acumulado en un tanque elevado de dos mil litros y esta se conduce luego por gravedad a un bebedero donde las vacas se abastecen.
Elkin confiesa que él se crio en un ambiente en el que cualquier felino que atacaba debía ser eliminado. Pero, poco a poco, ha entendido que su captura, como si se tratara de un ajuste de cuentas, no está justificada.
—Perseguirlo y matarlo no es la solución— agrega.
Nacido en el municipio de La Primavera, e instalado en Puerto Carreño desde hace 24 años, Elkin ha perdido seis reses por la interacción del jaguar, pero ahora entiende que él y sus vecinos, en función de la necesidad de trabajar la tierra, se han instalado en el territorio del animal y deben tolerar su presencia.
—Yo conozco que en La Primavera y en sectores del río Tomo hay muchos conflictos con el jaguar—, agrega Elkin. Pero, también reconoce que en la zona del Bita ya hay más consciencia sobre la importancia de respetarlo.
—Ponerle orden a nuestro trabajo y enseñar esto mismo a las nuevas generaciones, puede ser el comienzo de una mejor relación con él—, concluye.
Otra salida, menos puntual y que podría desarrollarse a gran escala, es la promoción del turismo de naturaleza.
Más áreas protegidas
El ecoturismo de observación de jaguares en el Pantanal brasileño, el humedal más grande del mundo, representa un ingreso bruto anual cercano a los siete millones de dólares. Pero, simultáneamente, los costos de la depredación de jaguares sobre el ganado bovino dentro de esa misma área, considera un daño hipotético de solo 121 mil dólares al año, cifras también publicadas en el portal Global Change Biology.
Estos beneficios económicos, en comparación con las pérdidas proyectadas en la misma área debido a la depredación, refuerzan la importancia de la industria turística como herramienta de conservación, explica el boletín CatNews, redactado por el Grupo de Especialistas en Felinos, de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN), y publicado en diciembre del año pasado.
Esteban Payán concluye que a esto debería sumarse la creación de nuevas zonas protegidas que resguarden ejemplares y consoliden el Corredor Jaguar, un sendero que permita su tránsito y reproducción, al menos entre Colombia y el resto del continente.
Todo lo anterior sería una apuesta que se sustentaría en una frase que los científicos han repetido en muchas ocasiones y publicado en decenas de textos: un jaguar vale mucho más vivo que muerto.
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*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, Fondo Acción y WCS Colombia, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).