La estrategia por la recuperación de esta emblemática especie contempla la investigación de los métodos más propicios para germinar semillas de calidad en tiempos más cortos, y con las que se espera sembrar 2000 palmas en diferentes fincas del municipio.
Foto: "EL PATO" Salcedo / WCS Colombia
Por Carolina Obregón Sánchez
Roncesvalles se ubica en el suroccidente del Tolima, en plena cordillera Central, y es uno de los lugares de Colombia donde habita la palma de cera del Quindío (Ceroxylon quindiuense). Sin embargo, allí, como si fuera una “leyenda de la botánica nacional”, durante la década de los noventa y principios de los años dos mil, murieron centenares de ellas que, luego de perder sus hojas, solo dejaron en pie los tallos. Del origen de la llamada “enfermedad de Ronces [como se le conoce coloquialmente al municipio]” aún no se tiene certeza científica.
Pero la disminución local de la especie no solo se debe a este misterioso episodio. Durante años, las hojas de las palmas juveniles (que aún no tienen tallo) se usaron para tejer los ramos de Semana Santa, afectando su ya lento crecimiento e incluso provocando su muerte. A esto hay que sumar que por mucho tiempo, su madera se usó en la fabricación de cercas, o para hacer bateas que ayudaban a transportar el agua. Y como si todo esto no fuera suficiente, también se ha visto acorralada por la pérdida de su hábitat a manos de la expansión de la frontera agropecuaria, convirtiendo los bosques en grandes potreros donde -no obstante- aún subsisten algunas palmas solitarias.
Foto: "EL PATO" Salcedo / WCS Colombia
Buena parte de todas estas amenazas también se extienden sobre otros lugares del país en los que vive la palma de cera, condición que la ha llevado a figurar no solo en el listado oficial de las especies silvestres amenazadas de Colombia, sino, además, a ser catalogada como “vulnerable” (VU) por parte de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Recordemos que la importancia de la palma de cera es cultural y ecológica. No en vano, en 1985 fue declarada árbol nacional de Colombia. Aunado, cumple un importante rol como especie estratégica que beneficia a otras especies. Tal es el caso, por ejemplo, de sus coloridos frutos que sirven de alimento a muchas aves como tucanes, pavas, mirlas y al propio loro orejiamarillo (Ognorrhynchus icterotis), mismo que también está amenazado y es exclusivo de Colombia. Por todo lo anterior, en 2015 se publicó el `Plan de Conservación, Manejo y Uso Sostenible de la Palma de Cera’, documento que define las acciones necesarias para su protección.
Recuperar un emblema local
“En Ronces siempre se ha cuidado a la palma de cera, porque a la gente le parece bonita. Por eso la costumbre ha sido dejar una que otra en los potreros. Pero el verdadero conocimiento acerca del valor de ella empezó hacia el año 2005, gracias a una campaña de sensibilización que nos mostró su relación con el loro orejiamarillo. Las dos especies se declararon símbolos municipales y se creó un festival que lleva el nombre de ambas”, cuenta Ángela Hernández, quien estuvo vinculada como viverista al programa “Río Saldaña - Una Cuenca de Vida” *.
Hace cuatro años, y con el apoyo de la Fundación Franklinia, dicho programa empezó un trabajo que ha estado enfocado en la recuperación de las poblaciones de varias especies de plantas amenazadas, incluyendo a la palma de cera. Para el caso específico de ésta, hubo un intento previo con el que se buscó propagar sus semillas, objetivo que no alcanzó los éxitos esperados.
Foto: Michell Barragán / WCS Colombia
Luego de esa fallida apuesta, hacia el año 2023, los investigadores comenzaron a poner en marcha una nueva metodología basada en el rescate de plántulas que tuvieran entre 10 y 15 centímetros de alto, y que, posteriormente, debían ser llevadas a un vivero para embolsarlas, regarlas, mantenerlas bajo la sombra y fertilizarlas esperando que alcanzaran una altura ideal. “Con 45 centímetros en promedio, esas plántulas son las que hoy día estamos llevando al terreno para sembrarlas”, explica William Bravo, especialista en restauración de WCS. “Así -añade el investigador- confiamos en poder reintroducir cerca de 2000 palmas en los próximos dos años”.
Una de las primeras siembras de estas plántulas se llevó a cabo con el apoyo de Hocol y la Fundación del Alto Magdalena en un predio llamado Ecopalmares, finca que está en camino de ser declarada Reserva Natural de la Sociedad Civil (RNSC). Juan Gabriel Forero es su propietario, y afirma que “las 200 plántulas que allí se sembraron van creciendo bien”.
Este administrador de ciencias agropecuarias cuenta que sus padres, ambos de origen campesino, adquirieron la finca en el año de 1984. Y que ésta ha sido, desde hace unos 20 años, escenario de distintas iniciativas de reforestación; de implementación de sistemas agrosilvopastoriles; de incorporación de planes de compensación ambiental; y de investigaciones relacionadas con el crecimiento de la palma de cera.
Foto: William Bravo / WCS Colombia
Ecopalmares fue seleccionada para esta siembra porque reúne las condiciones necesarias: “Para la reintroducción de esta especie -asegura William- estamos seleccionando sitios óptimos en donde haya, idealmente, bosques con cedros o robles que brinden sombra y humedad, y que así faciliten el enraizamiento de las nacientes palmas y su posterior crecimiento hasta alcanzar la edad adulta (40 o 50 años). Además -agrega- en esos lugares no deben existir amenazas de deforestación o de ganadería extensiva”.
Cabe señalar que en este predio, la siembra de algunas palmas ocurre en paralelo con el establecimiento de cercas vivas, barreras protectoras y técnicas de sistemas silvopastoriles que combinan otras especies forestales. En ese escenario, cada palma cuenta con un cerramiento que garantiza su protección.
Lograr las mejores semillas
“Hubo una gran explosión de semillas. En Roncesvalles, cada año, las palmas dan unos racimos de frutos súper grandes que se encuentran por montones en bordes de vía, en el interior de los bosques e incluso en los potreros. Pero, ya sea porque han recibido mucho sol, o porque el ganado los ha mordido, estos frutos no prosperan”, señala Ángela mientras recuerda como a finales de 2023 recolectaron unas 1200 semillas en las veredas Cucuanita, San Marcos y El Coco.
Foto: "EL PATO" Salcedo / WCS Colombia
Con estas semillas, “Río Saldaña – Una Cuenca de Vida” avanza en la investigación de distintos métodos que acorten sus tiempos de germinación y aseguren su calidad, para luego sembrarlas en diferentes sitios de Roncesvalles. “Los resultados del estudio se podrán aplicar en otros lugares del país, pues el objetivo es publicar un protocolo para la recolección, germinación y propagación de semillas de esta emblemática especie”, asegura William.
“En el vivero despulpamos las semillas (pues aún están en los frutos) y las limpiamos. Y seleccionamos aquellas que están en buen estado y las ponemos en un sustrato de cáscara de coco (retiene muy bien la humedad). Como la semilla de esta palma es muy sensible a los hongos, añadimos un tratamiento para evitar que estos aparezcan. Después de tres días, seleccionamos nuevamente las semillas de mejor calidad, y las sembramos bajo sombra en contenedores que asemejan un invernadero. Allí las regamos constantemente para mantener la humedad y asegurar la vida del embrión (que está interno, en la semilla), de tal forma que al no deshidratarse ni perder su buena condición garanticemos su germinación. Posterior a la germinación, y cuando ya aparezcan las hojas, las trasplantamos en pequeñas bolsas para que sigan su crecimiento, siempre con buena sombra y humedad (que son parte de las condiciones naturales que existen donde habita la palma de cera)”, explica Michel Barragán, viverista del programa.
Foto: William Bravo / WCS Colombia
Teniendo en cuenta que solo la germinación toma entre seis y ocho meses (tiempo muy largo con respecto al que tienen los proyectos que financian y apoyan la restauración de esta especie), se están probando distintos tratamientos germinativos para estudiar cómo responden las semillas en condiciones de luz normal y oscuridad total, o también si se colectaron en potreros o en interior de bosques. “El objetivo final -explica William-, es determinar cuál método es el mejor para tratar de llevar la germinación a no más allá de 90 días. Como resultados preliminares se reportaron las primeras germinaciones después de cuatro meses. Entretanto, las semillas continúan germinando a la par que se hace el monitoreo y se colectan los datos para su posterior análisis”, concluye el botánico.
Michel prefiere pensar que la llamada “enfermedad de Ronces” no se debió a cosa distinta que la muerte natural de las palmas más viejas. Por eso, frente a los resultados de la investigación, la esperanza es la clave. “Con la restauración de la palma buscamos un recambio generacional que, en el futuro (en unos 20 o 30 años), garantice la existencia de bosques con un mayor valor ecológico para la conservación de la cuenca alta del río Saldaña. Entre más bosques, habrá menos radiación sobre los suelos, mejor estructura y composición de especies, y mayor cantidad de agua debido a la captura que las plantas hacen de la humedad que transporta la niebla”, afirma William.
Foto: William Bravo / WCS Colombia
Además, este es un proceso de largo aliento en el que la participación de la comunidad local será vital para lograr recuperar y conservar, en las andinas tierras del querido y bonito Ronces, la palma de cera del Quindío, el árbol nacional de Colombia.
* Río Saldaña – Una cuenca de Vida es una alianza público-privada entre la Fundación Grupo Argos, Concretos Argos, Parques Nacionales Naturales de Colombia, Cortolima y WCS, con el apoyo de la Fundación Franklina.