Por: Jacobo Patiño Giraldo
En la oscuridad de la noche, un oso andino se abre paso entre la vegetación de un bosque de alta montaña en el Tolima, Colombia. De pronto, algo llama su atención: una pequeña caja pintada con un patrón de camuflaje que intenta —con poco éxito— imitar la corteza del árbol al que está amarrada. Impulsado por la curiosidad, se acerca y, luego de manipularla con sus garras, logra abrirla.

“En las fotos se ve cómo se acerca; luego aparece la garra, después hay un montón de movimiento y, a partir de ese momento, evidentemente ya no hay más imágenes. La cámara no se dañó, pero como el oso la abrió, dejó de funcionar”. Así describe Leonor Valenzuela, bióloga, doctora en ecología y coordinadora de análisis y síntesis de WCS, el encuentro de un oso andino con una cámara trampa: un dispositivo que toma fotos y videos automáticamente al detectar el movimiento o el calor corporal de un animal.
Leonor, junto a propietarios de fincas y habitantes de las comunidades de la cuenca alta del río Saldaña, participó en el monitoreo de fauna silvestre desarrollado en el marco de la alianza Río Saldaña, una cuenca de vida. El objetivo: identificar las especies que habitan la zona, evaluar el efecto de las iniciativas de conservación en sus poblaciones y fomentar el conocimiento y la apropiación de la fauna local entre las personas que conviven con ella.
Conservación y conocimiento
Los grandes y medianos mamíferos —osos, venados, dantas y pumas, entre muchos otros— son piezas fundamentales de los ecosistemas colombianos. Dispersan semillas, controlan poblaciones y contribuyen al ciclaje de nutrientes. Su presencia es, además, un claro indicador de la salud y el buen funcionamiento de los mismos.
Por eso, monitorearlos permite entender cómo se deteriora o se recupera un ecosistema. “Entre las especies que responden con mayor sensibilidad a estas presiones por pérdida de hábitat están los mamíferos grandes y medianos, entre los cuales hay una especie emblemática para Colombia: el oso andino. Con esto en mente, decidimos empezar a investigar cómo las acciones de restauración y protección de bosques que estábamos implementando podían influir en las poblaciones de estos animales”, explica Valenzuela.

Observar mamíferos en su hábitat natural no es nada fácil: muchos son nocturnos o pueden detectar la presencia humana y esconderse antes de que nuestros limitados sentidos puedan percibirlos. Por eso, las cámaras trampa se han convertido en una herramienta especialmente efectiva para estudiarlos. “Han demostrado ser una herramienta muy útil porque no afectan a los animales y, además, permiten mejorar la conexión entre la gente y la biodiversidad”, añade.
El monitoreo consistió en ubicar cámaras trampa en distintos predios de la cuenca alta para hacer un inventario de las especies presentes y analizar el impacto de iniciativas como los acuerdos de conservación en su comportamiento y abundancia relativa. “Pusimos las primeras cámaras en 2022 y este año (2025) decidimos regresar, porque ya ha pasado tiempo suficiente para detectar posibles efectos. Quizá no se trate de un aumento el número de individuos, sino de que ahora llegan a lugares donde no se veían antes porque se sentían amenazados”, comenta Valenzuela.
Los resultados preliminares son alentadores: todas las especies nativas registran mayor abundancia en 2025 respecto a 2022 y, en la mayoría de los casos, el aumento fue más notable en las fincas con acuerdos de conservación que en aquellas sin este compromiso. También se registró una reducción en la presencia de vacas, perros y gatos en las cámaras trampa. “Este dato es muy gratificante porque significa que la gente está atendiendo las solicitudes de no permitir el ingreso de animales domésticos a las zonas conservadas o en proceso de restauración”, afirma.
Los animales del Tolima
Según el Instituto de Investigación Alexander Von Humboldt, Colombia es el sexto país más rico en mamíferos del planeta. Su territorio alberga más de quinientas especies, de las cuales 58 son endémicas, es decir, no se encuentran en ningún otro lugar. Un escenario privilegiado para su estudio y protección.

Nubia Castro, propietaria del predio La Lorena, en el municipio de Chaparral, Tolima, fue una de las participantes del monitoreo que realizó la alianza Río Saldaña Una Cuenca de Vida. Aunque ya conocía varias de las especies que habitan la zona, verlas a través de las cámaras trampa despertó en ella un profundo interés por aprender más. “Hubo registro de dantas, osos, pumas e incluso otros animales como las pavas. Es un privilegio para nosotros saber que estamos en el hábitat de ellos, porque ya muy poco se conserva”.
Wilmer López, campesino ganadero de Roncesvalles y líder de un grupo comunitario de monitoreo de fauna, coincide. Para él, este proyecto en particular le ha permitido observar animales que él y sus vecinos nunca habían visto en la zona. “Las dos veces que hemos instalado cámaras trampa nos hemos encontrado con un tigrillo de muy buen tamaño, que es un felino que se parece un poco a un jaguar, pero más pequeño. Nosotros no sabíamos que esa especie estaba en esta montaña”.
Wilmer agrega que la evidencia de las cámaras trampa ha ayudado a la comunidad a comprender que los animales de los que suelen oír realmente están coexistiendo con ellos, y se encuentran más cerca de lo que se imaginan. “Uno a veces ve al oso andino, le cuenta a la gente y no le creen. Pero con estas imágenes quedan convencidos de que la fauna sí interactúa con quienes vivimos en el campo. Esto es muy valioso para nosotros”.

Por otro lado, las cámaras trampa permiten observar comportamientos que los animales no mostrarían si supieran que alguien los está viendo. “Con los felinos siempre es muy curioso: ellos son como los gatitos de uno, tal cual. Se acercan a la cámara a curiosear y, al final, en las fotos termina quedando su cara o su ojo en primer plano. Son muy interesantes las reacciones de los animales cuando algo les llama la atención”, expresa Valenzuela.
¿Cómo ha cambiado la percepción de las comunidades?
La convivencia entre las personas y la fauna silvestre no siempre ha sido fácil. La pérdida de hábitat y la expansión de la frontera agrícola han acorralado a los animales, obligándolos a desplazarse hacia zonas habitadas, lo que genera conflictos con campesinos y sus animales domésticos.
Con el tiempo, esto fomentó prácticas de cacería, alimentadas por la idea de que la fauna silvestre y la producción agrícola y ganadera no podían coexistir. “Hace 20 o 30 años no era un secreto que aquí había cazadores. No existía la conciencia de cuidar a los animales. Pero en la comunidad ya no los vemos como enemigos ni como una amenaza. A la gente incluso le gusta que haya animales en su finca”, relata Wilmer.

Para Nubia, la concientización generada a partir de los monitoreos con cámaras trampa ha sido clave para transformar la percepción de los habitantes de la zona. “Hay mucho desconocimiento sobre la fauna, pero creo que quienes tenemos este amor por los ecosistemas también podemos apoyar la concientización de los demás campesinos. Podemos disminuir las interacciones negativas con los animales sin hacerles daño, porque hay que ser conscientes de que quedan pocos”, asegura.
Como parte del programa Río Saldaña, una Cuenca de Vida, también se han realizado talleres con la comunidad en los que se muestran las imágenes capturadas y se promueve la protección de la fauna. Según Valenzuela, esto ha sido un éxito en la apropiación del conocimiento sobre la naturaleza. “En el primer taller de cámaras trampa que hicimos, donde mostramos las imágenes, vieron las dantas, los osos, las tairas, y muchos ni siquiera sabían que esos animales vivían allí. Para ellos fue sorprendente. Y desde el 2022 a este año se nota un cambio positivo, porque la gente es más consciente de que sus acciones repercuten sobre algo más grande.”
Las imágenes también han llegado a las escuelas, despertando la curiosidad de niñas y niños que, aunque conviven con la fauna silvestre, rara vez la han visto con tanto detalle. “Al terminar el taller, me dijeron que les mostrara más fotos. Empezamos a verlas y ellos comenzaron a decir los nombres de los animales. Esto para mí es muy valioso, no sólo porque nos da información científica, sino porque permite una conexión entre la gente y los mamíferos que son tan difíciles de ver”, agrega.

Aunque suelen pasar desapercibidos, estos animales no deberían ser ignorados. En palabras de Nubia Castro, “lo que no se conoce no se conserva”. Es el monitoreo — como el que se hace con cámaras trampa— nos permite saber cómo están, qué hacen y de qué manera sus poblaciones están siendo impactadas por las formas en que dañamos o restauramos el paisaje.
Pero no son sólo datos, o funciones dentro de un ecosistema: son seres sintientes, que experimentan dolor, miedo y hambre, como nosotros. Verlos en su hábitat natural, como aquel oso curioso que se paseaba por el bosque de alta montaña, nos permite conectar con ellos, y reconocer que su destino, al igual que el del planeta entero, está en nuestras manos.
Río Saldaña – Una cuenca de vida es una alianza público-privada entre Parques Nacionales Naturales de Colombia, Cortolima, Fundación Grupo Argos, Concretos Argos y WCS con el apoyo de Fundación Franklinia y APC Colombia.