Por: Javier Silva
En el Magdalena Medio no es tan fácil encontrar un lugar en el que se sabe que dantas o monos cariblancos, todos bajo algún grado de amenaza, se mueven a sus anchas. Pero en el que, además, sus dueños han decidido practicar un tanto de ganadería con otra porción de agricultura, mientras restauran un bosque tropical al que poco a poco han comenzado a regresar grandes felinos y decenas de especies de aves.
Cuando Francisco Giraldo llegó a instalarse al Magdalena Medio hace unos 35 años y compró la finca Pampas-Porvenir, se encontró una región altamente impactada por la extensión de monocultivos, la destrucción de humedales y bosques primarios, la cacería de especies, la ganadería extensiva y la contaminación de grandes ríos y sus afluentes. Descubrió un problema ambiental muy serio, sostenido durante muchos años y muy difícil de corregir, que tenía como consecuencia una importante reducción de especies de fauna y flora silvestres.
La vida le puso entonces dos caminos. Seguir talando, luchando entre grandes cultivos e impulsando la degradación. O transformar a Pampas-Porvenir en un oasis.
Como un Quijote, idealista y con unas buenas dosis de altruismo, Francisco escogió una porción de hectáreas para trabajar y producir, y destinó las restantes a la conservación.
Y poco a poco, logró el regreso de muchos animales. Cuidó las quebradas y las plantas, y ellas volvieron a crecer y a transformar un bosque tropical, que con los días se hace cada vez más denso.
Hoy, Pampas-Porvenir, situada en la vereda El Águila, demuestra que es posible que una familia corriente, y con recursos económicos limitados, pueda trabajar la tierra, hacer una agricultura responsable y tener ganado de engorde, todo esto mientras la naturaleza se abre espacio. En conclusión: un lugar donde es posible comprobar la inusual comunión entre conservación y productividad.
Volvieron los felinos
Gladys Ospina, esposa de Francisco, también se siente orgullosa de lo que han conseguido. Explica que, en el centro de la finca, un área principalmente plana, están las zonas dedicadas al cuidado de las reses (no pasan del medio centenar), que son básicamente de engorde y dan leche. Venden huevos de ‘gallinas felices’, que representan un ingreso clave para el sostenimiento general. Tienen árboles frutales (algunos de mango), cultivos de piña y sembrados de plátano y cacao (productos que están destinados para el autoconsumo y la venta o el intercambio entre vecinos de la vereda). Mientras tanto, en los alrededores, y como en un círculo protector, se consolida el bosque.
Cuenta ella que allí han podido confirmar, a través de cámaras trampa, la presencia de felinos como tigrillos, jaguares (Panthera onca) y del puma (Puma concolor). De monos cariblancos, nocturnos, aulladores y de la marimonda del Magdalena o choibo (Ateles hybridus), uno de los primates más amenazados del mundo.
Pero, tal vez hay una especie que para Gladys y Francisco es la más especial entre las que se pueden apreciar: se trata del paujil de pico azul (Crax alberti), un ave que, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), está categorizada como En Peligro Crítico. Es endémica del norte de Colombia, es decir, no se observa en otro lugar del mundo, pero la ampliación de la frontera agrícola y pecuaria, la construcción de carreteras y la cacería han disminuido sus poblaciones.
El paujil exige bosques prístinos para vivir, y grandes extensiones conservadas, por eso al confirmar su presencia en un sitio específico, se puede concluir, al mismo tiempo, que este es un escenario que está en buenas condiciones de conservación. “Aquí nos esforzamos para que la gente cuide sus huevos, para que evite su cacería”, cuenta Gladys.
Se pueden ver muchas especies de otras aves, algunas coloridas, pájaros carpinteros, tucanes, tángaras, colibríes, cuervos de colores como el carriquí de montaña. Y en medio de todas estas especies, un mamífero trascendental: la danta, que en otras partes del país es perseguida para consumir su carne y está acorralada por la deforestación.
Iban a llevar una retroexcavadora
Cuenta Tatiana Giraldo, hija de Francisco y Gladys, que en 2017, por dificultades económicas (porque jamás nadie te paga por conservar, pero las obligaciones nunca se detienen), el terreno se puso en venta. A ella le preocupaba que cada vez que alguien llegaba a la región, arrasaba con lo que encontraba para extender la agricultura o la ganadería. “Y una de las personas que nos quiso comprar, tenía esa misma intención: traer una retroexcavadora para tumbar todo”. Decidieron cancelar la venta, pedir algunos préstamos y seguir adelante.
Fue en esos momentos cuando optaron por trabajar con WCS Colombia, y el *Proyecto Vida Silvestre (PVS), para declarar una parte de la finca como una Reserva de la Sociedad Civil. Hoy, según el Registro Único de Áreas Protegidas (RUNAP), 164 hectáreas de Pampas-Porvenir están resguardadas.
Se sembrarán 17 mil árboles
De acuerdo con María Antonia Espitia, coordinadora regional del PVS para el Magdalena Medio, el trabajo por la defensa ambiental que se hace desde este territorio privado es muy importante, porque cuida uno de los pocos relictos de bosque primario que aún se conservan y que están concentrados en un área estratégica para la región, conocida como Caño Dorada.
María Antonia opina que en este sector, el ejemplo de Pampas-Porvenir ha impulsado a otros dueños, con más extensión y capacidad de inversión, a cambiar de actitud y a mirar con atención procesos de conservación, silvopastoriles y con los que buscan mitigar el impacto que tienen sus procesos productivos. Esto es evidente en dos predios conocidos como El Líbano y La Raya. “Con el cambio de enfoque de sus propietarios se ha modificado, en algunos casos, la forma de hacer ganadería; hay mejores manejos de las praderas, de los relictos de bosque y de la fauna y la flora”, explicó Antonia.
Actualmente, el PVS está trabajando con Francisco y Gladys en la restauración de una porción de bosque de Pampas-Porvenir, con la siembra de 17 mil árboles que reforzarán el cuidado de algunas fuentes hídricas y lograrán aumentar la productividad. En este caso, la misión es consolidar un corredor biológico que, con el paso del tiempo, permita darle más espacio y alimentación a la fauna existente.
Pero, además, estos mismos árboles se transformarán, con el paso de los meses y de acuerdo con su crecimiento, en forraje para el ganado, es decir, en alimento. Se están sembrando orejeros, ceibas, abarcos, guamos, guayabas, guaduas y cacao injertado, entre otras plantas.
“La idea es construir cercas vivas que a su vez sean corredores ecológicos, en zonas degradadas. Hasta el momento, hemos sembrado 7700 árboles”, explicó Angélica Hernández, profesional de WCS para Iniciativas Productivas en el Magdalena Medio. Así mismo, se está completando un sembrado de tres hectáreas de cacao agroforestal, que podría calificarse como ‘un bosque cultivable’, en el que hay producción de este fruto, pero a la vez, las plantas aseguran conectividad con el bosque y alimento para la fauna silvestre.
Es un trabajo lento, que requiere atención y paciencia, pero que vale la pena. Ya lo decía Tatiana: “estamos viendo como en el mundo hay muchos países que están sufriendo por falta de agua, por el incremento de la temperatura, por carencia de alimentos. Mientras que en nuestro predio lo tenemos todo".
Podría decirse que con todo este panorama crítico y un futuro oscuro, Pampas-Porvenir ya dejó de ser solamente una finca y se ha transformado en un banco que resguarda la vida y la biodiversidad.
*El Proyecto Vida Silvestre, iniciativa liderada por Ecopetrol, el Fondo Acción y WCS, trabaja por la conservación de 15 especies (doce de fauna y tres de flora). Lo hace en tres paisajes de Colombia: los Llanos Orientales, el Magdalena Medio y el Piedemonte Andino-Amazónico (Putumayo).