Por Germán Bernal
Al oso andino, habitante de los bosques y páramos que dan abrigo a la Cordillera Central de Colombia, en el sur del Tolima, pocos le han visto, pero allí vive. Incluso, hubo una época en la que era cazado para extraer su grasa: un elíxir que frotado sobre las articulaciones de los bebés -se creía- fortalecía los huesos y garantizaba el saludable desarrollo. Por aquel entonces, y debido a las adversas condiciones del gélido clima propio de la montaña, al igual que por los precarios sistemas de salubridad, crecer sano y fuerte era todo un desafío. Entonces, los pobladores recurrían a los mitos populares y a los recursos que hallaban a la mano para proteger las vidas de sus semejantes. “Se trata de una creencia antigua que hoy no se practica”, aclara Javier Valbuena, biólogo de profesión.
Relatos como este surgieron durante un encuentro en el que fueron socializadas, a varias personas que habitan en esa céntrica región andina de Colombia, un conjunto de imágenes obtenidas con cámaras trampa. Durante la jornada, los asistentes locales compartieron diversas historias en torno a su relación con los llamados “animales de monte”. Incluso, algunos de los testimonios resultaron jocosos, como el de los pollitos superhéroes: una estrategia que consistía en ponerle capa a los pequeñines para confundir al águila crestada (Spizaetus isidori) y así evitar que los cazara.
Adicionalmente, el espacio también permitió identificar, puntualmente, qué especies de fauna silvestre han visto los pobladores en sus predios, todos ellos ubicados en las subcuencas de los ríos Amoyá, Cucuana y Siquila, área en la que opera la alianza Río Saldaña, Una Cuenca de vida*. Se trató, en últimas, de un muy especial ejercicio colectivo que conjugó el valor del conocimiento local con el del poder de esas imágenes que sólo pueden captar las misteriosas cámaras trampa.
Testigos silenciosos
En total fueron 33 las cámaras instaladas en 23 predios asociados a las tres subcuencas citadas: ocho en Amoyá, nueve en Cucuana y seis en Siquila. Mediante el uso de ese recurso técnico, se buscó determinar, a ciencia cierta, qué tanta fauna silvestre habita en los bosques de esa región montañosa. En paralelo, los relatos obtenidos en el taller aludían, entre otras especies, a osos, pumas, tigrillos, venados y dantas, animales que para cualquier mortal resultan no menos que extraordinarios, sobre todo si reconocemos que están presentes en áreas naturales relativamente cercanas a zonas habitadas por humanos.
“Yo he visto el oso cerquita a la casa”, afirma Luis Casallas, un campesino del municipio de Roncesvalles que cuenta con una pequeña área boscosa dentro de su finca La Julia. “Es un montecito que está a unos 2.800 metros de altura”, continúa narrando. “Los osos no son peligrosos, pues ellos se asustan cuando lo ven a uno. Y ese huyó por un barranco y pasó a la carretera. Pero en una ocasión me llamaron de una finca donde se apareció otro oso y me preguntaron qué hacer: ‘pues déjenlo que él se va’. La gente le tiene miedo, pero no es peligroso, aunque si lo atacan, seguramente reacciona mal”.
Las historias narradas por los pobladores parecían ser interminables, y daban cuenta de la importante riqueza ambiental que aún resguarda ese rincón de Colombia. “E instalamos las cámaras trampa para poder verificar esas especies de las que por tanto tiempo nos han venido hablando”, explica el biólogo Valbuena. “Además, también quisimos hacer un trabajo riguroso que nos permitiera evaluar la fauna asociada a las diferentes coberturas”.
Al mencionar la palabra coberturas, Javier se refiere al tipo de vegetación que cubre los suelos y que también suma hábitats para un determinado espacio (bosques y cultivos, por ejemplo). En algunos de esos lugares, justamente, la alianza Río Saldaña - Una Cuenca de Vida ha venido realizando una serie de intervenciones y de acciones que buscan mejorar las condiciones ambientales y así repercutir, favorablemente, en la calidad del recurso hídrico, en la de sus fuentes y en la salud de los ecosistemas.
Entre algunas de estas acciones, bien cabe destacar, por ejemplo, la siembra de especies arbóreas nativas amenazadas, el aislamiento de nacimientos, ríos y quebradas, la puesta en marcha de sistemas productivos alternativos -como la ganadería sostenible- o la implementación de mecanismos de tratamiento de las aguas mieles derivadas del beneficio del café.
Se trata de un gran esfuerzo técnico que cobra mayor relevancia en la medida que su impacto pueda ser medido. Esto aplica, particularmente, para la calidad del agua y para la propia mejoría de las condiciones necesarias que propicien la existencia de la fauna silvestre. Y para evaluar este último aspecto, fueron claves, justamente, esas 33 cámaras trampa que permanecieron instaladas por cerca de cuatro meses.
Evidencias irrefutables
Los resultados obtenidos en ese primer ciclo de monitoreo con las cámaras, estuvieron acordes con las narraciones dadas por los campesinos. Las expectativas, tanto de los moradores locales como de los biólogos e investigadores, estaban puestas, principalmente, en corroborar la presencia del oso, del tigrillo, del puma y de la danta. Y, efectivamente, así ocurrió.
Saber, con certeza total, que ellos sí están en el territorio, es un gran premio, ya que esto garantiza la existencia de otros animales, condición que algunos han descrito como especies sombrilla. “Un ejemplo es el del oso”, afirma Javier Valbuena. “Si él está, es porque el ecosistema está en buena condición. Y esa condición también favorece el tránsito o la permanencia de otras especies, como los venados o los borugos. Digamos, entonces, que al proteger al oso, indirectamente conservamos a otros animales”.
Entonces, las fotografías obtenidas mostraron pumas (Puma concolor), osos andinos (Tremarctos ornatus), tigrillos (Leopardus sp) y venados (Mazama rufina). Gonzalo Robayo, habitante de la subcuenca del Siquila, agrega: “a la danta, un vecino la vio pasar cerca, subiendo al lado del camino, pero no quedó en las cámaras. Lástima”.
Comprobar con las imágenes lo que los habitantes rurales venía diciendo fue algo muy importante. Pero aún más importante fue hallar en las memorias de las cámaras otras inesperadas especies. Tal es el caso del ocelote (Leopardus pardalis) y el yaguarundí (Herpailurus yagouaroundi), dos variedades felinas de las que no se tenía conocimiento en esta región. También se logró identificar al hurón (Galictis vittata), mamífero que basa su dieta en pequeños reptiles, anfibios y aves.
“Por parte de la comunidad hay muy buena relación con los animalitos, los tratamos de conservar, de no hacerles daño y, si se puede, de fotografiarlos, pues es una oportunidad para mostrar la riqueza de este lugar”. Quien habla es Milton Suárez, habitante de la subcuenca del río Amoyá. Y agrega: “son especies muy importantes, porque son las que están regando las semillas en las montañas para que nazcan los arbolitos. Y entre más arbolito existan, más agua y más vida habrá para todos.”
La riqueza de estos bosques y páramos de la Cordillera Central habla del buen estado de conservación que hay en ese lugar, gran noticia para Río Saldaña - Una Cuenca de Vida y para el propio departamento del Tolima.
* Río Saldaña – Una cuenca de Vida es una alianza público-privada entre la Fundación Grupo Argos, Concretos Argos, Parques Nacionales Naturales de Colombia, Cortolima y WCS.