Por Javier Silva
Un monitoreo coordinado por WCS, en convenio con la CVC, y realizado a finales del 2022 y comienzos del 2023 por estudiantes de las universidades Nacional -sede Palmira-, Javeriana-Cali, Icesi y del Valle, ha permitido concluir que la presencia de esta especie amenazada en la Reserva Nacional Forestal Bosque de Yotoco, en plena cordillera Occidental, creció en un 430 por ciento con respecto al 2004.
La pava caucana es una de las aves colombianas más afectadas por la deforestación. Se estima que ha perdido casi el 95 por ciento de su hábitat natural original, según datos del Libro Rojo de Aves de Colombia, y por eso está catalogada En Peligro de extinción.
Muchos ejemplares de Penelope perspicax, su nombre científico, han sido igualmente perseguidos para cazarlos y comer su carne, a veces como parte de un consumo de subsistencia informal y poco sostenible; esto también ha agravado su declive.
El panorama no es entonces el mejor para la especie, endémica para el país (no se ve en otro sitio del mundo). Porque luego de tener una distribución localizada, pero abundante en los bosques de Cauca, Valle del Cauca, Quindío y Risaralda, hoy no tendría más de 2500 ejemplares vivos y en vida silvestre recorriendo todos esos escenarios naturales donde alguna vez fue vista masivamente.
Sin embargo, en medio de este diagnóstico a primera vista poco favorable, hay un lugar donde la situación para esta ave de unos 70 centímetros de alto, de vuelo corto y que se distingue de muchas otras por tener una membrana de un rojo intenso debajo de su pico, está dando un giro hacia el optimismo.
Se trata de la Reserva Nacional Forestal Bosque de Yotoco —con 559 hectáreas protegidas situadas sobre la cordillera Occidental, a pocos kilómetros del municipio de Buga— administrada por la Universidad Nacional de Colombia y que resguarda uno de los bosques de montaña mejor conservados del Valle del Cauca.
Un reciente monitoreo liderado allí por WCS, y en convenio con la CVC, con el apoyo de estudiantes de biología de las universidades del Valle, Icesi y Javeriana-Cali, así como de zootecnia de la Universidad Nacional (sede Palmira), ha permitido concluir, al menos previamente, que las poblaciones del ave han aumentado positivamente en esta área protegida.
En 2004 se veían allí 10 pavas por kilómetro cuadrado. Hasta el 2015, luego de otras revisiones realizadas entre los años 2010 y 2011, y también en el 2012 y 2014, las variaciones frente a ese número no fueron significativas.
Pero luego de un nuevo monitoreo, ejecutado en tres versiones durante el segundo semestre del 2022 y el primer trimestre de este año, se encontraron 46 individuos por kilómetro cuadrado, un aumento del 430 por ciento frente a lo registrado hace casi dos décadas.
Mejores bosques, menos muertes
El dato estadístico es certero, pero las razones que habrían llevado a ese aumento de ejemplares aún no están confirmadas, explica Leonor Valenzuela, coordinadora de Análisis y Síntesis de WCS Colombia.
Una de las hipótesis estaría relacionada con los cambios positivos en la cobertura forestal que se han registrado en la Reserva Nacional Forestal. Porque según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam), encargado de reportar las tasas de deforestación, los bosques de la zona se han recuperado en 130 hectáreas netas (entre 2005 y 2019 se perdieron 30 hectáreas, pero se ganaron 168, que son a su vez los datos más actualizados hasta el momento).
Las pavas caucanas se caracterizan por vivir en bosques amplios y maduros, por lo que este superávit en el crecimiento de áreas boscosas habría favorecido que ellas estén consiguiendo más alimento y tengan mejores condiciones naturales para vivir y reproducirse, aportando esto último a la consolidación de una baja tasa de mortalidad.
Estos números descartan, además, por lo menos por ahora, una hipótesis que no era tan alentadora: que algunas porciones de bosques de la Reserva fueron afectadas o dañadas y, como consecuencia, las pavas presentes allí se desplazaron, poco a poco, a los terrenos monitoreados con la intención de buscar refugio, hecho que pudo haber causado el crecimiento poblacional reportado.
“Las densidades que hemos encontrado en Yotoco se parecen ahora a las del Santuario de Flora y Fauna Otún Quimbaya, que ha sido siempre el escenario donde se ha reportado la mejor y más estable población de pavas en Colombia”, explica Leonor Valenzuela.
Otros dos sitios con presencia confirmada de pavas y que tienen cifras estables, son los bosques aledaños al Distrito de Conservación de Suelos Barbas Bremen, en Risaralda, donde existe un corredor de conservación. Y los bosques que cobija el Parque Nacional Farallones de Cali.
Ejemplares en el dosel de los árboles
Los estudiantes que participaron en el monitoreo —aproximadamente 45 personas—, y que permitió identificar este crecimiento importante en el número de pavas, trabajaron voluntariamente, a cambio de reforzar sus conocimientos académicos.
Recorrieron una decena de transectos (rutas seleccionadas), la mayoría de un kilómetro de extensión, dentro de los bosques de la Reserva Nacional. Y se sabe que vieron un total de 62 individuos, cifra que al analizarse a través de modelos que calculan poblaciones de especies con base en esos números preestablecidos, permitió saber que, en este sector, habitarían aproximadamente 260 ejemplares de Penelope perspicax.
El resultado adquiere sentido cuando se sabe que no es común que las pavas se desplacen solas. Generalmente, habitan en grupos. E incluso pueden verse hasta 30 de ellas al mismo tiempo en zonas donde encuentran buen alimento. Por eso, al ver una, se da por sentado que muy cerca pueden estar 2 o más individuos rodeándola.
A cuidar lo que nos queda
En Yotoco, a pesar de la abundancia comprobada, es todo un reto detectar las pavas, porque los árboles son muy altos y ellas viven generalmente en sus copas. Tal vez por eso muchos de los jóvenes observadores empleaban casi todo el día, o al menos unas 6 o 7 horas diarias, en terminar sus caminatas.
Este ejercicio fue además una respuesta a las exigencias del Plan de Manejo para la especie, actualizado por la Asociación Calidris, en 2018, trabajo que fue apoyado por WCS. Y una consecuencia de las medidas tomadas dentro de la Mesa Nacional de Trabajo para la Pava Caucana, que convocó a Parques Nacionales Naturales, la Corporación Autónoma del Valle del Cauca (CVC) y la Fundación Zoológico de Cali.
Mauricio Correa, biólogo de WCS, fue el coordinador del monitoreo, al que se vincularon miembros activos de la comunidad que habitan en la zona amortiguadora de la reserva. Él informó que el ejercicio está justificado, además, en el hecho de que es necesario conocer el estado de la pava en aquellos sitios donde se sabe que sobrevive, precisamente para afinar o reforzar las estrategias de manejo y conservación.
Es, de alguna manera, valorar y cuidar “lo que sabemos que tenemos”. Y con mayor razón, cuando se tiene certeza de que la pava caucana es determinante para la naturaleza, porque es una intensa dispersora de semillas y así permite que la flora del bosque siempre esté renovándose. Y esto ocurre porque se alimenta de frutas, hojas y de unos 80 tipos distintos de plantas, cuyas semillas transporta y va depositando en diferentes lugares a través de sus excrementos.
De esta forma, se transforma en un ser determinante a la hora de cuidar la vida de otras aves, de cientos de mamíferos o reptiles y, ahora más que nunca, sobresale como un aliado para la existencia permanente del hombre en el planeta.