Por Germán Bernal
La historia popular cuenta que, en 1913, una joven pareja -Bernardino Gálviz y Lucrecia Rubio- atravesó la Cordillera Central a lomo de mula hasta llegar al lugar donde hoy se erige un pueblo llamado Roncesvalles. Pasaron la noche junto a un tronco de cedro que los resguardó del frío y de los animales de montaña. Convencidos de las bondades de estas tierras, regresaron acompañados de otras familias de municipios cercanos como Chaparral, Rovira y San Antonio; y de otros departamentos como Caldas, Antioquia y Boyacá. Así surgió ese nuevo municipio al que en 1925 se le bautizó con el nombre que hoy es conocido.
Tras 100 años de asentamiento, aumentó la población y el uso de tierras productivas, pero la abundancia de cedros, palmas y otras variedades botánicas quedó en el pasado. Las poblaciones de algunas especies disminuyeron considerablemente y hoy es necesario tomar medidas para protegerlas y evitar su desaparición. La tala para el consumo de leña y la comercialización de maderas, entre otros usos, afectaron de manera significativa la salud de los bosques y sus ecosistemas.
De hecho, Roncesvalles es un pujante pueblo de vocación agrícola y ganadera, con aproximadamente 6331 habitantes. Las tierras productivas y el crecimiento demográfico significaron un impacto positivo en el desarrollo de la región, pero hoy es necesario equilibrar este desarrollo con la sostenibilidad de sus ecosistemas. ¿Cómo evitar que este proceso alcance niveles de desastre?
Especies amenazadas
Roncesvalles se halla enmarcado en la cuenca del río Cucuana y allí, como en otras subregiones de la Cordillera Central, una emblemática especie andina hace presencia. Se trata de la Palma de Cera (Ceroxylon quindiuense). Ella, por medio de la ley 61 de 1985, fue declarada árbol nacional de Colombia y simboliza la capacidad de persistir y durar. Fernando Osorio, roncesvalluno y administrador de la finca La Jamaica, cuenta que “hace 20 años había muchas más palmas en toda esta región, pero se talaban para hacer canales de agua, o para realizar cercos de ganadería”.
Hoy, los habitantes de las zonas donde hay Palma de Cera tienen mayor conciencia de la importancia de esta especie, cuya tala está prohibida, pero el daño ya está hecho. Según Eduardo Calderón y otros autores del Libro Rojo de Plantas de Colombia, la población de esta palma ha disminuido en más del 50% durante los últimos 210 años. Por este motivo, la especie se encuentra en categoría de amenaza EN (En Peligro), lo que significa que se halla en riesgo de extinción.
Otras especies tampoco han contado con mejor suerte en esta región de la Cordillera Central. El caso del cedro negro, el mismo que brindó protección a Bernardino Galviz y a Lucrecia Rubio cuando descubrieron los terrenos donde hoy se asienta Roncesvalles, resulta asombroso. “Solo un cedro negro encontraron los biólogos hace unos meses cuando vinieron a hacer un censo de las especies que hay en la finca. Uno solo, y es el único que se toparon en todo Roncesvalles; puede que haya más, pero hasta la fecha es el único”. Quien habla es Felipe Barragán, propietario de Villa María, predio que se encuentra en el marco de firma de acuerdos de conservación del proyecto Río Saldaña - Una Cuenca de Vida*.
Esta iniciativa es una estrategia para la conservación del recurso hídrico que opera en la cuenca alta del río Saldaña, en los municipios de Chaparral, Planadas y Roncesvalles, departamento del Tolima. Entre varias labores, WCS implementa, con apoyo de la Fundación Franklinia, acciones de restauración ecológica que buscan mejorar las poblaciones de Palma de Cera (Ceroxylon quindiuense) y de Cedro Negro (Juglans neotropica), además de otras priorizadas como el Pino Romerón (Podocarpus oleifolius) y el Roble Andino (Quercus humboldtii Bonpl), todas ellas con algún grado de amenaza, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Restaurar y proteger
La restauración ecológica no es solo el acto de sembrar plantas que se encuentran amenazadas o en peligro. De acuerdo con Selene Torres, líder de Restauración en WCS, “esta consiste en un proceso para recuperar un área que fue dañada o destruida, pero tiene muchas aristas. Debemos tener en cuenta la complejidad de un ecosistema, la recuperación del suelo, la recuperación de la diversidad. Y también, cómo mejorar la parte productiva usando cercas vivas, sistemas de forraje, en fin, sistemas silvopastoriles e incluso sistemas agroforestales”.
En el marco del proyecto Río Saldaña, las instituciones aliadas establecen acuerdos de conservación con propietarios de fincas que se comprometen, entre otras cosas, a restaurar zonas de bosque y a proteger el recurso hídrico. Algunos de estos predios son la hacienda Cholo y la finca Villa María, en Roncesvalles. Pero no solo allí se hace esto; también en los otros municipios en los que el proyecto tiene presencia, en zonas en las que se ha identificado la necesidad de restaurar y proteger, previo acuerdo con sus propietarios.
En Cholo, por ejemplo, John Parra, que es su administrador, afirma que alrededor del 60% de los terrenos de ese lugar son bosque y páramo. “Con Río Saldaña - Una Cuenca de Vida hemos determinado tres zonas de restauración. En ellas hay humedales y nacimientos que fortalecen las quebradas. Lo que se está haciendo es tratar de mejorar esas zonas, mejorar la calidad del agua, pues el río Cucuana pasa por el pie de la hacienda. Hubo un momento -continúa John- en que la ganadería buscaba que el potrero no tuviera ni un árbol. Los ganaderos de esa época dejaron los potreros totalmente calvos. Hoy vamos a sembrar Cedro Negro, Gavilán, Nacedero y Pino Romerón, para hacer cercas vivas en los potreros y también para poblar los bosques alrededor de las fuentes de agua”.
Selene Torres es consciente de que con procesos como este no necesariamente se va a sacar a estas especies arbóreas de las listas de variedades amenazadas. La restauración ecológica, más que volver a un ecosistema original, pretende mejorar los ecosistemas que han sido degradados. “Buscamos el aumento de la biodiversidad; el aumento del número de individuos de las especies amenazadas, como el Juglans, como la Palma de Cera y como el Quercus (el roble), entre otras”.
Con el apoyo de un conjunto de viveros que vienen siendo usados como recurso técnico clave para germinar y propagar semillas de especies nativas de la región, este proyecto restaurativo espera ver sus primeros resultados en un mediano y largo plazo, instantes en los que confía comprobar que sí valió apostar por mejorar la calidad del agua; por aumentar la población de especies botánicas nativas; por recuperar la biodiversidad y, en general, por ofrecer una mejor condición para aquellos ecosistemas de montaña cuyo refugio es esa esquina andina del bello departamento del Tolima.
* Río Saldaña – Una cuenca de Vida es una alianza público privada entre Fundación Grupo Argos, Concretos Argos, Parques Nacionales Naturales de Colombia, Cortolima y WCS.