Por: Carolina Obregón
Llegar al Páramo del Duende puede ser, en sentido literal, una expedición, una exploración... ¿por qué no, una aventura? Quienes lo han visitado con fines investigativos cuentan que “la subida es difícil” y que “es necesario estar preparados” pues es un lugar exigente por su altitud, clima, vegetación y, sobre todo, porque son pocas las personas que pueden guiar el camino.
El Duende es de los pocos páramos en Colombia que se mantienen prístinos y alejados de la intervención humana, por eso, en 2005, la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC) declaró el Parque Natural Regional (PNR) Páramo del Duende, que además está conformado y rodeado por una franja de bosque andino.
Esta característica hace que el área protegida cuente con una riqueza y diversidad de flora, fauna y hábitats, que empezaron a conocerse hacía finales de los años noventa con las primeras caracterizaciones biológicas realizadas por la CVC. El resultado da cuenta de un lugar que es ideal para conservar la vida.
Entre páramo y bosque andino
El páramo, en general, está cubierto por bosques enanos, entre los que sobresalen hierbas, pastos, helechos de gran tamaño, orquídeas, bromelias terrestres, árboles cubiertos de musgo y plantas epífitas, y el frailejón Espeletia frontinoensis, que es una especie endémica de la Cordillera Occidental.
Este manto de vegetación absorbe y acumula el agua de lluvia y neblina, que alimenta quebradas y ríos hacia el bosque andino, y que hacen del área protegida un importante reservorio de agua dulce. En esta franja, en el bosque andino, se registran helechos arbóreos, plantas con flores y bosques de pino colombiano, comino real, copachí, cedro rosado o yolombo.
Páramo y bosque andino conforman el hábitat de aproximadamente veinte especies de murciélagos; cerca de cuatrocientos sesenta y nueve especies de aves, entre ellas cincuenta especies de colibríes, el águila crestada, el perico paramuno y el atrapamoscas tropical; treinta especies de anfibios como la salamandra de páramo, ranas de cristal y ranas de lluvia, que son endémicas de Colombia y se encuentran en estado de amenaza por la pérdida de hábitat; además del oso de anteojos o andino, el puma y el tigrillo.
Tras las huellas del oso andino
Entre el oso andino y el biólogo Robert Márquez hay una relación de largo aliento, que empezó en 1999 y que ha estado enfocada en el estudio de hábitats para la conservación de la especie, que es endémica de los Andes tropicales y es el único oso de Suramérica.
El rango de distribución del oso es amplio pues habita en páramos, bosques andinos y también algunos bosques de tierras bajas de Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. En nuestro país, es una de las especies carismáticas y se encuentra en las cordilleras Central, Oriental y Occidental, en donde se ha buscado conectar las áreas protegidas con zonas que no lo son para crear grandes núcleos de conservación para la especie.
En el PNR Páramo del Duende, teniendo en cuenta que es un área que hasta ahora está conociendo la ciencia, Robert ha estudiado la presencia del oso andino, búsqueda que se ha extendido a los páramos de Tatamá-Farallones-Munchique (Cauca), los cuales conforman, junto con el Duende, un núcleo de conservación.
Seguir las huellas del oso para identificar su excremento, sus comederos naturales o las marcas que deja en los árboles, ha significado para Robert más de 20 años de trabajo y un gran número de expediciones, cuyos resultados determinan que la especie se encuentra en un 76% del núcleo de conservación Duende-Tatamá-Farallones-Munchique, y que de este porcentaje tiene presencia en un 96% del PNR Páramo del Duende.
El futuro de las investigaciones
William Bonell es biólogo, especialista en fauna e investigador de WCS. Hace unas semanas, él y un grupo de investigadores en aves, anfibios, abejas, plantas y mamíferos, junto con los investigadores locales de las organizaciones de base, regresaron de la reciente expedición para caracterizar la flora y fauna que se encuentra en el área propuesta para la ampliación del PNR Páramo del Duende (delimitada por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible), en el municipio de Bolívar, y que también forma parte del Complejo del Páramo El Duende.
El ascenso, explica William, inició en Trujillo, a unos 1900 metros, desde donde los expedicionarios empezaron a abrirse camino entre la vegetación y en medio de la neblina y la lluvia hasta cerca de los 2500 metros. Ya en el punto de estudio, al que se llega después de una larga jornada de ascenso (cerca de cuatro horas) recogieron muestras, observaron el comportamiento de las especies e hicieron el inventario de los grupos de interés.
En un bosque que conserva vestigios del poblamiento humano, como cultivos de mora y plantas ornamentales, la vegetación se regenera naturalmente. Niguito, cenizo, helecho arbóreo, Brunellia acutangula y siete cueros son las especies de mayor abundancia en el lugar. Esta última, junto con el yarumo, es además una especie pionera en áreas perturbadas, las cuales coloniza fácilmente. En la expedición se registraron seis especies endémicas de Colombia, dos de las cuales (Podocarpus oleifolius y Sciodaphyllum digynum) se encuentran en estado de amenaza.
Los colibríes polinizan dos especies de gran valor ecológico como miconia y quereme, cuyos frutos son alimento para muchas aves, grupo del que se encontraron noventa y tres especies, entre las que sobresalen las frugívoras ya que al dispersar semillas son importantes para la conservación de la flora local.
Entre los insectos, las abejas fueron el objeto de estudio. Se registraron diez especies silvestres, las cuales polinizan y mejoran cultivos de importancia para las comunidades locales ubicadas en la zona circunvecina del área a ampliar, como pasiflora, maracuyá, gulupa, tomate y granadilla, entre otros. Además, se registraron dos especies que poco se conocen: el abejorro de páramo, un gran polinizador también, y la abeja Melipona nigrescens, endémica de Colombia y restringida a los Andes; cuyos hábitats se han ido perdiendo por la intervención humana.
La lluvia constante durante la expedición solo permitió observar dos especies de reptiles, pero no espantó a los anfibios, grupo del que se registraron once especies; dos o tres de ellas pueden ser nuevas para la ciencia y entre tres y cuatro pueden estar en algún grado de amenaza. Sobresalen las ranas del género Pristimantis, cuyo hábitat se restringe a sitios específicos del bosque andino en donde forman pequeñas comunidades.
Si bien los datos recogidos durante esta caracterización aún están en análisis para precisar el número de especies y su estado de amenaza, el registro obtenido se suma a las caracterizaciones anteriores. Todas, en común, reflejan el buen estado de conservación del PNR Páramo del Duende y de la importancia de este como un ecosistema que brinda a la flora y fauna lo necesario para su supervivencia.
Las cifras hasta ahora conocidas, y que solo son una aproximación a la riqueza total que salvaguarda esta área protegida, reafirman la apuesta por parte de la CVC -que es la administradora del lugar- de restringirla para actividades exclusivas de investigación.
De hecho, los científicos aseguran que al Duende falta explorarlo e investigarlo mucho más para conocer, al detalle, el inmenso valor de ese hermoso e importante rincón que tiene por nicho una fracción de la cordillera Occidental.